Capítulo 28

—Ahora que te has calmado un poco, continuemos. —Diego ignoró por completo sus emociones, sus dedos largos tocaron de forma lasciva los botones de su traje, y frente a ella, desabrochó su chaqueta con una mano y lanzó la prenda a un lado despreocupadamente. Silvia asustada retrocedió, mirándolo con desconfianza: —¿Qué pretendes hacer? —En la cama, un hombre y una mujer, ¿qué crees que podrían hacer? —Diego avanzó hacia ella, su gran estatura casi la cubría por completo. Silvia solo podía intentar escapar. Pero toda la suite estaba cerrada por órdenes de Diego, no tenía adónde huir. —¿No estás con Elena ya? —Silvia fue acorralada desde la cama hasta un rincón de la pared sin escapatoria: —¿Por qué aún sigues obsesionado conmigo? —En eso te equivocaste en algo. —Diego la corrigió cortésmente. La ira aún ardía en los ojos de Silvia. —No soy yo quien te persigue, eres tú la que siempre encuentra la manera de acercarte a mí. —Diego se acercó cauteloso paso a paso, con una expresión inmutabl