Capítulo 21

Diego bajó instintivo la mirada hacia la punta de sus dedos, aún sintiendo el rastro del tacto de Silvia: —Ya he decidido. Silvia, siendo tan obstinada hasta el final, no respondió, lo que Diego interpretó como un acuerdo tácito. Se puso de pie. A pesar de lo que acababa de suceder, seguía manteniendo una compostura impecable, como si nada lo hubiera afectado, siempre con la elegancia de un verdadero caballero. —Aunque en Puerto Soleado no soy el único con dinero, te aseguro que nadie, aparte de mí, se atrevería a prestarte un solo peso. —Dijo, acomodando las mangas de su camisa: —Incluyendo a tu buena amiga Ana. —¿Qué estás planeando hacer? —Silvia se tensó de inmediato, sintiendo una fuerte punzada de inquietud. —Nada. —respondió Diego, avanzando hacia ella con paso tranquilo y firme: —Pero si intentas pedirle dinero a ella, eso podría cambiar por completo la situación. Las manos de Silvia se tensaron. Había considerado pedirle ayuda a Ana para salir del apuro y devolverle el dinero