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Capítulo 17

Habiendo dicho eso, ella extendió una tarjeta hacia Silvia. Silvia echó un vistazo y sus ojos se volvieron cada vez más sombríos. —Además de esto, también haré que Diego siga con el tratamiento de tu madre: —Elena continuó poniendo sus condiciones: —Si tienes otras condiciones al respecto, también podemos discutirlas. Silvia no entendía muy bien por qué tenía que ella hablar de estas cosas: —¿Por qué? —¿Qué por qué? —Elena todavía estaba sumergida en su propio mundo y aún no despertaba. —Diego te ha amado. —Silvia miró sus ojos, entendiendo a esta amiga de antaño: —¿por qué quieres que me vaya? —Nadie quiere compartir a su amado, yo tampoco soy la excepción. —Elena retiró la mano que sostenía la tarjeta de crédito, reprimiendo sus fluctuantes emociones: —Puedo ver que Diego todavía piensa en ti, mientras tú estés aquí, él seguirá preocupándose por ti. Silvia no creía ni una sola palabra. Si fuera solo por eso, podría haber hecho algo como en la universidad para difamarla y dañar de esa manera su reputación. No podía ser que solo quiera echarla. —Si crees que el dinero es poco, puedes colocar tu precio. —Elena dijo con una voz temblorosa, intentando complacerla. —No me iré. —Las raíces de Silvia estaban en Puerto Soleado, la persona que había hecho algo mal no era precisamente ella, ¿por qué tendría que irse? —Carlitos va a estudiar aquí, y tengo que cuidar a mi madre. Elena pareció enloquecer: —¡Silvia! Si ella no base iba, tarde o temprano Diego descubrirá su secreto. Quizás algún día, cuando Silvia le preguntara a Diego por qué le fue infiel, una vez que lo diga, ¡los secretos ya no podrían ocultarse! Ella no permitiría que eso ocurriera. ¡Jamás! —Elena, ¿de qué tienes miedo realmente? —Silvia observó su reacción: —Ahora te ves como cuando me incriminaste, temiendo que la verdad saliera a la luz. Elena se sobresaltó internamente. —¿Es que tienes algo que escondes de mí? —Silvia la conocía muy bien: —O tal vez, ¿le mentiste a Diego sobre algo? —No, estás pensando demasiado. —Elena se apresuró a estabilizar su estado de ánimo: —Solo no quiero que estés en Puerto Soleado, mientras estés aquí, el corazón de Diego nunca me pertenecerá en su totalidad. —Cuando estabas con él, debió haber mencionado en algún momento mi presencia. —Silvia señaló las incongruencias en sus palabras. Diego no ocultaría algo así. Definitivamente le había dicho a Elena sobre su matrimonio. Solo que ella rechazó mantener una estabilidad en casa mientras él tenía simplemente una aventura, y Elena siempre estuvo de acuerdo. —Sí, pues recuerdo que en algún momento lo mencionó. —Elena admitió generosamente: —pues de por si los corazones humanos son egoístas, no quiero compartirte, quiero tenerlo solo para mí. Silvia sacó su celular y tocó algunas opciones. Elena intentó arrebatárselo de forma brusca:—¡Qué rayos haces! —Pues que más, voy a hacer que tus palabras le lleguen a él. —Silvia sacó las grabaciones de seguridad, capturó un segmento de su conversación y se lo envió enseguida a Diego: —Tú no quieres que él se preocupe, y yo tampoco quiero que venga a molestarme. Ella necesitaba tomar la iniciativa en este asunto, era mejor decirle a Diego directamente que luego provocar conflictos a sus espaldas. Ahora, no quería problemas. —¡No puedes hacer eso! —Elena intentó arrebatarle el celular de nuevo. Diego le había recordado en varias oportunidades que cualquier cosa debía decírsela a él, no debía usar trucos a sus espaldas, porque si descubría que ella había usado dinero para amenazar a Silvia y hacerla irse, seguro la odiaría. —Ya se lo envié. —Silvia guardó el celular y caminó despreocupada hacia adentro. Elena observó su figura alejarse, con los puños a ambos lados, apretados fuertemente. ¿Tan estúpida por qué tenía que involucrar a Diego en sus asuntos?

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