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Capítulo 3

¿Lo escribió Alejandro? Eduardo lo miró con incredulidad. ¿El famoso Señor Silencio era Alejandro? —¿Cómo es posible que la caligrafía de este descarte valga tanto? Señor Eduardo, ¿está seguro de que no hay un error? —preguntó Ana. —Estoy completamente seguro; esta fluidez, este ímpetu, esta impresión, sin duda pertenecen a la caligrafía del Señor Silencio. Además, al final aparece el nombre del autor. Eduardo también estaba confundido. Siendo Alejandro tan joven, ¿cómo podría ser el Señor Silencio? —¿Estás seguro de que fue Alejandro quien escribió esto? —preguntó a María. María estaba a punto de asentir, pero recordó que Alejandro había usado un contrato falso para engañarla. Quizás esa caligrafía también era una falsificación. —No estoy segura, Alejandro dijo que la escribió él, pero quién sabe si es verdad. —Entonces debe ser cierto; la caligrafía de Alejandro siempre ha sido excelente —afirmó Carlos, poniéndose de pie. Ana no podía quedarse quieta. Después de haber expulsado a Alejandro tan abruptamente, empezaba a arrepentirse. Si lo hubieran mantenido en casa escribiendo caligrafía, con cada palabra valiendo alrededor de diez mil dólares, mil palabras serían... ¡diez millones de dólares! —No puedo dejarlo ir —dijo Ana. Tomó la caligrafía y le hizo una señal a Diego con la mirada. Diego se levantó rápidamente y siguió a Ana, quien salió apresuradamente en busca de Alejandro. Mientras tanto, Carlos apagó el cigarrillo que acababa de encender y corrió hacia la habitación de Alejandro en busca de más caligrafías. —¡No se queden ahí parados, busquen! Cada palabra vale ciento cincuenta mil dólares —gritó Carlos, sudando profusamente. Eduardo, al oír esto, se movilizó rápidamente y comenzó a buscar frenéticamente junto con Carlos. María, por su parte, permaneció quieta, con una expresión incómoda. Habían expulsado a Alejandro de la casa, y ahora, tan pronto como lo hicieron, estaban buscando desesperadamente su caligrafía. Era irónico. Por otro lado, Alejandro, cargando la ropa de su hija, se dirigía a la Casa Blanca donde había vivido. María lo había dejado, y aunque estaba dolido, no guardaba rencor. Lo que realmente lo enfurecía era que la familia Fernández le había arrebatado la vida a su hija. La niña no solo era hija de María, también era su hija, Alejandro. ¿Qué derecho tenían ellos para decidir sobre ella? Habían pasado tres meses, ¡tres meses desde que su hija comenzó a desarrollarse como un ser vivo con un latido del corazón, un pequeño cuerpo y una mente incipiente... y luego se había ido! Un odio profundo crecía en el pecho de Alejandro. —¡Todos en la familia Fernández son asesinos! Alejandro estaba decidido a vengarse de ellos, a hacerles pagar por esa estúpida decisión durante el resto de sus vidas. Quería justicia para su pobre hija. Al fin y al cabo, durante estos tres años, Alejandro solo había querido ser una persona común. Pero al final, trágicamente, descubrió que ni siquiera podía proteger a su propia hija. —Entonces, volveré a ser quien era antes. Después de tres años en las sombras, muchos deben haber olvidado el título de Líder García. murmuró Alejandro, sosteniendo el jade del Dragón en su pecho. Romper el jade del Dragón liberaría su Sello de Atadura, permitiéndole volver a ser el respetado Líder García de antaño. Pero... Alejandro no podía decidirse. Había perdido toda su energía interna y sus heridas internas aún no habían sanado. Incluso si liberaba el Sello de Atadura, no podría entrenar su energía interna. Podría manejar a personas comunes sin problema, pero enfrentarse a un experto en artes marciales podría costarle la vida. Después de un largo suspiro, la mano de Alejandro que sostenía el jade se relajó gradualmente. En ese momento, su teléfono sonó. Era una llamada de Francisco López, el líder de la familia López en la Región del Sur y un viejo amigo de Alejandro. El contrato con el Grupo Dragón Ascendente había sido facilitado por Don Francisco. —Alejandro, he oído que te has divorciado, felicitaciones. Estaba a punto de lanzar fuegos artificiales para celebrar —dijo Don Francisco, burlón. —No te burles de mí —respondió Alejandro con una sonrisa amarga, sorprendido por lo rápido que Don Francisco se había enterado. —Por cierto, mi nieta Carmen está en la ciudad A, deberías conocerla. Se dice que es la belleza más deslumbrante de la ciudad C, una reina en el mundo de los negocios, con una estatura de 170 cm... Alejandro lo interrumpió: —Don Francisco, dime directamente qué necesitas, no estoy de humor ahora. Don Francisco rió entre dientes: —Bueno, tengo una buena noticia. He encontrado un ganoderma sangre de quinientos años, un tesoro que seguramente cumplirá con tus necesidades. Los ojos de Alejandro brillaron. Un ganoderma sangre de quinientos años podría curar completamente sus heridas. —Voy a la ciudad C ahora mismo —dijo de inmediato. —No te apresures, ese ganoderma sangre me costó mucho conseguirlo, hasta yo mismo quiero comerlo, ¿cómo podría dártelo tan fácilmente? —dijo Don Francisco, coqueteando. —Dime, ¿qué quieres a cambio? —Alejandro sabía que Don Francisco estaba buscando un intercambio de favores. Don Francisco se volvió más serio: —El Grupo Dragón Ascendente está teniendo problemas en la ciudad A que nadie más puede resolver. Solo tú puedes ayudarnos. Pronto mi hermosa nieta te contactará. Cuando resuelvas el problema, te daré el ganoderma sangre. —¡Trato hecho! Alejandro aceptó sin dudar, el ganoderma sangre era demasiado importante para él. Con él, podría curar completamente sus heridas internas, liberar el Sello de Atadura y volver a entrenar su energía interna. Necesitaba su fuerza para hacer justicia por su hija. Colgó el teléfono, y su mirada se volvió increíblemente resuelta, sus pasos se aceleraron. Al llegar a la entrada del complejo, un Rolls-Royce Ghost se detuvo repentinamente frente a él. La puerta del auto se abrió lentamente, revelando unas piernas largas y blancas.

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