Capítulo 28
No es que la Señora Marta nunca hubiera visto a la Señora Teresa de esta manera, ni Ramón ni Víctor habían visto a su esposa (madre) comportarse así.
La antigua Señora Teresa siempre había sido una dama refinada y elegante, que mantenía la compostura incluso cuando alguien la molestaba.
Pero ahora, con el cabello despeinado, el collar torcido y la ropa desarreglada, parecía una leona enfurecida, imposible de acercarse.
Sara también se asustó al ver a su madre en ese estado, olvidando su juego de magia y estallando en llanto.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Ese llanto despertó instantáneamente la racionalidad de la Señora Teresa, quien finalmente soltó a la Señora Marta. Se dio la vuelta y, tambaleándose, regresó junto a Sara, abriendo los brazos para abrazarla fuertemente, consolándola con voz temblorosa:
—Sara, no llores, Sara de mamá, no llores...
—¡Mamá, no pelees! ¡No pelees! ¡Buuu!
—Mamá no pelea, mamá asustó a Sara, fue culpa de mamá, mamá no te protegió...
Mientras hablaba, las lágrimas cayeron
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