Capítulo 9 La espina en su corazón
Tras pronunciar esas palabras, Daniela se dirigió a su habitación, cerró la puerta detrás de ella, y la voz enfurecida de José quedó excluida del otro lado: —¡Daniela!
Ella decidió ignorarlo y tragó el resentimiento y malestar que brotaban en su corazón. Había algo que nunca había logrado comprender a lo largo de los años: ¿cuál era realmente la relación entre su madre y Héctor? ¿Acaso solo habían crecido juntos desde la infancia?
Si ese era el caso, ¿por qué esa relación había desencadenado el divorcio de los padres de José?
Ella era demasiado joven en aquel entonces y muchas cosas no las entendía claramente. ¿Sería posible que los hechos fueran realmente como José sospechaba...? Su madre, una mujer que estaba al borde de la muerte, había hecho todo lo posible por dejarla al cuidado de Héctor; parecía algo lógico, y ella nunca se había atrevido a pensar demasiado al respecto...
Ahora que los tres implicados habían fallecido, aunque quedaran pistas, ella no tenía la oportunidad de verificarlas. Esos asuntos eran las espinas en el corazón de José, intocables.
Por la tarde, Daniela llegó a la casa de Luis, igual que el día anterior.
Tras saludar, se dedicó seriamente a enseñar a una pequeña niña llamada Elena López a tocar el piano.
Mientras instruía, Luis observaba desde un lado con calma, lo cual la hacía sentir algo incómoda. Solo podía consolarse pensando que tal vez estaba siendo demasiado preocupada; ¿por qué alguien tan destacado como Luis se fijaría en ella? Los eventos del pasado eran meramente reflejos de su juventud e inexperiencia.
Durante una pausa, Luis le ofreció un vaso de jugo de naranja: —Recuerdo que solías beber esto en la escuela, supongo que tus gustos no han cambiado, ¿verdad? Está recién exprimido.
Un lazo secreto en el corazón de Daniela se tensó bruscamente; por primera vez en muchos años, alguien recordaba algo que le gustaba.
Tomó el jugo de naranja y, sin mostrar ninguna emoción, lo dejó a un lado: —Gracias.
Luis sonrió: —Cuando estaba en la universidad, mi padre, para fortalecerme, nunca me dio dinero. Sobreviví con becas y trabajos. Pensé que preguntarías sobre mí, pero nunca pareciste curiosa.
Daniela esbozó una leve sonrisa: —A veces, no ser curioso sobre los demás es también una forma de respeto. Voy a llamar a Elena para continuar con la clase.
Justo cuando terminó de hablar, su celular empezó a sonar; era una llamada del hospital.
Se excusó con Luis mientras se alejaba para contestar: —¿Hola?
Del otro lado, la voz del director del hospital sonaba urgente: —Daniela, ¿dónde estás? Hoy el departamento está muy ocupado, tenemos un paciente de emergencia que necesita cirugía, ¡ven rápido!
Daniela sintió una mezcla de sorpresa y obligación, pues no esperaba tener que trabajar horas extras de manera inesperada, pero sabía que los asuntos del hospital estaban relacionados con la vida de otras personas.
Colgó el teléfono y vaciló al mirar a Luis, pero antes de que pudiera hablar, él dijo: —Si tienes que irte, está bien, podemos reprogramar el resto de la clase para cuando estés disponible, no hay problema.
Daniela suspiró aliviada, agradecida por la comprensión de Luis, y agradeció: —Gracias, hay una cirugía en el hospital que es bastante urgente, tengo que ir.
Luis la miró con admiración: —No pensé que realmente te convertirías en médica, yo no tuve tu suerte, al final seguí el destino que mi padre planeó para mí. Vamos, te llevaré.
Daniela rápidamente hizo un gesto de negación: —No es necesario, ya me siento bastante mal por tener que irme antes de terminar la clase, tomaré un taxi.
Luis sonrió y la empujó suavemente hacia la puerta: —No tienes que ser cortés conmigo, somos compañeros de clase, ambos médicos, ¿acaso no sabes la importancia de una vida humana? Vamos rápido.
El hombro firme y cálido de Luis reconfortó a Daniela, quien aceptó gustosamente su ofrecimiento. Esa debía ser parte del carisma de Luis; su presencia siempre la hacía sentir cómoda y tranquila.
Al llegar al hospital, Daniela rápidamente agradeció y bajó del coche, y al llegar al departamento se enteró de que, diez minutos antes, el paciente de emergencia ya había sido llevado al quirófano y alguien había tomado su lugar como cirujano principal.
Mientras se sentía aliviada, también estaba confundida; si no fuera porque el hospital estaba realmente sobrecargado, el director no le habría llamado, ¿cómo apareció de repente alguien para reemplazarla?
Una enfermera se acercó corriendo para informarle: —Doctora Daniela, ya que estás aquí, ve rápido al quirófano, el Doctor Emilio, que es nuevo, no está muy familiarizado con nuestros instrumentos, ¡necesitas ayudar! El director me dijo que te esperara.
Daniela asintió y siguió a la enfermera, y al doblar la esquina, se encontró con una figura familiar: —Tú...