Capítulo 3 Enferma de amor
Daniela miraba con cierta incomodidad a los ojos fríos de José, fríos como un estanque helado, y la cercanía le causaba palpitaciones: —Yo...
Apenas empezó a hablar, él la hirió con palabras crueles: —Reconoce tu lugar, para mí no eres diferente de una prostituta, lo único distinto es que te permito vivir aquí.
Observando su figura alejarse, el rostro de Daniela se tornó pálido, suprimiendo la sensación de desgarro en su corazón, esto no era la primera vez que ocurría, no había razón para sentirse mal...
Se refería al desayuno que ella había preparado para él, que para él no era más que un intento inútil de agradar.
...
Tras recomponerse, salió hacia el hospital, subió en el ascensor hasta la tercera planta de cardiología y, al pasar por el área de pruebas, de repente escuchó una voz femenina clara: —¿Cuándo estarán listos mis resultados?
Ella reconoció esa voz, la había oído el día anterior... esa mujer, llorando, le decía a José que no quería abortar, lo recordaba claramente.
Se detuvo y buscó la fuente de la voz; la mujer vestía un ajustado vestido de tirantes negro y tacones altos, mostrando unas piernas delgadamente blancas. Su alta estatura y atractivo rostro atraían la mirada de los hombres dondequiera que iba, aunque el maquillaje grueso en su rostro resultaba un poco vulgar; era obvio que a José le gustaban las mujeres de ese estilo.
Al ver a esta mujer, Daniela no pudo evitar pensar en José y ella haciendo el amor en la cama, una sensación de incomodidad intensa cruzaba rápidamente por su mente, que pronto se calmó.
Los departamentos de diagnóstico del hospital estaban todos en el tercer piso; parece que la mujer había venido a un seguimiento post-aborto.
Sin detenerse más, Daniela regresó a su oficina, se puso su bata blanca, pero su mente seguía volviendo involuntariamente a esa mujer... de manera incontrolable, se dirigió a ginecología.
—Doctor Rubén, ¿la paciente que llevaba el vestido negro de tirantes era la que se sometió a un aborto ayer, verdad? ¿Cómo está?
Doctor Rubén pensó por dos segundos: —¿Te refieres a ella?... Creo que se llama Berta, sí, ella tuvo el aborto ayer. Ahora que apenas estamos en primavera y se viste así, no teme enfermarse. Los jóvenes son resistentes, no debería tener problemas después del aborto. Doctora Daniela, ¿la conoces?
Daniela se mostró algo incómoda al negar con la cabeza: —No, ella... es la novia de un amigo, no nos conocemos.
Ella no ha tenido claro durante todos estos años qué relación tiene exactamente con José, es algo absurdo y cómico; incluso presentarlo como amigo le parece incómodo.
Berta Fernández entró apresuradamente al consultorio con sus análisis en la mano: —Doctor Rubén, ya tengo los resultados, por favor échales un vistazo.
La conversación anterior cesó de manera tácita. Daniela metió las manos de forma incómoda en los bolsillos de su bata blanca; no se sentía cómoda husmeando sobre los demás, inevitablemente le hacía sentir culpable.
Incluso a veces piensa que su amor por José es casi patológico. ¿Por qué querría saber sobre la situación de Berta? ¿Está tratando de confirmar si realmente se realizó el aborto...? Si el niño se hubiera quedado, ¿significaría que él se casaría?
No está segura de sus verdaderos pensamientos, ni se atreve a pensar detenidamente.
De repente, Berta notó a Daniela a su lado, observándola con un aire inquisitivo: —Me parece... que te he visto en algún lugar.
Daniela la miró tranquilamente, revisando rápidamente en su mente; estaba segura de que nunca había visto a Berta antes, y si lo hubiera hecho, habría sido en su rol de doctora y paciente.
Después de un momento, Berta pareció recordar algo: —Oh, creo que fue en...