Capítulo 84

Isabel se giró para marcharse, pero se detuvo y, mirando hacia atrás hacia Julia, dijo: —Si te atreves a molestar con algo así otra vez, lo que te lanzaré a la cara no será café. Al salir del café, el teléfono de Víctor no dejaba de sonar. Isabel sacó su móvil y, con un gesto firme, bloqueó el número de Víctor. Tras bloquearle, Isabel condujo sin destino, evitando dirigirse hacia la villa. Durante tres horas manejó, y mientras el cielo se oscurecía, llegó a los pies del Monte del Viento, en la frontera de la Ciudad Rosa. Este había sido su refugio preferido para desahogarse conduciendo cuando estaba irritada, ya que las montañas son empinadas y, generalmente, desiertas después del ocaso. Por eso ella estaba sola aquí, desahogándose a su antojo. Hoy, al pie de la montaña, se topó con una docena de coches de lujo. Por casualidad, un coche deportivo rojo en la vanguardia ejecutó un elegante derrape y se detuvo al pie del monte. —¡Jesús Serrano es espectacular! —¡No por nada le llaman el S