Capítulo 30
Ana observó a Víctor sosteniendo la muñeca de Isabel y exclamó con desprecio:—Dime, Isabel, ¿cómo puedes ser tan descarada, acosando sin cesar a nuestro Víctor?
Isabel enfrió su mirada y soltó de inmediato la mano que Víctor sostenía, respondiendo :—¿Estás ciega? ¿No ves que es tu hermano quien me está sujetando la mano y acosándome?
—¿Esas palabras sobre ser descarada? ¿No sabes si me estás insultando a mí o al Señor Víctor?
Ana abrió la boca para seguir insultando, pero Isabel la detuvo con un gesto de su mano : —Basta, no me obligues a abofetearte en tu vulgar rostro durante esta elegante fiesta.
Isabel realmente podría hacerlo; su mirada se tornó gélida, como si una palabra más de Ana resultaría en una bofetada inmediata.
Ana, incapaz de soportar el insulto, quiso hablar de nuevo, pero la voz amenazante de Víctor la silenció.
—¡Ya basta!
Isabel, cansada de la discusión, se giró y se marchó.
Víctor observó cómo Isabel se alejaba, frunciendo el ceño ligeramente.
Al ver que la mirada
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