Capítulo 126
Las profesoras Natalia y Verónica, así como el médico escolar, estaban asombrados.
Alonso, que hasta hace un momento observaba embelesado a Ana, se encogió súbitamente al verla levantar la bola de plomo, estremeciéndose por completo y cubriéndose la cabeza con las manos.
—¡No permitas que le hagan daño a mi hijo! —exclamó la señora Rocío, temiendo que Ana realmente lanzara la bola, y rápidamente extendió sus brazos para proteger a su hijo.
¡Si eso golpeara la cabeza, podría ser fatal!
El camastro no soportó el peso de ambos y se inclinó hacia un lado.
Con un fuerte "¡Bang!" y los gritos de madre e hijo, ambos cayeron al suelo en una escena bastante cómica.
Ana soltó una risita y, al soltar la bola de plomo, esta cayó al suelo con un sonoro "¡Dong!", asustando aún más a Alonso y a su madre.
Luego, un desagradable olor a orina empezó a esparcirse lentamente.
José, viendo a la mujer que antes actuaba con arrogancia temblar de miedo y a Alonso, el gordito, orinarse de miedo, miró a An
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