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Capítulo 86

Lo que más llamaba la atención era el abdomen descomunal del hombre, tan abultado que parecía gestar una vida. Ángeles, al observarlo, no pudo evitar pensar en los personajes míticos de los cuentos de hadas. Se contuvo para no revelar su impresión. Sin embargo, los maestros que la acompañaban, junto con los dos asistentes, no lograron contener una carcajada. Esta reacción exacerbó la furia del hombre en la cama, quien exclamó indignado: —¡Eh, eh, eh! ¿Dónde queda su ética médica? ¡Conténganse, no se rían! Su protesta solo incitó más risas. —¡Jajaja, lo siento, lo siento, no era nuestra intención, es que no podemos evitarlo...! Gonzalo, girándose hacia ellos, los reprendió severamente: —¿De qué se ríen? ¡Compórtense! El hombre en la cama se enfureció hasta la locura, pero sin poder hacer nada al respecto. Gonzalo entonces instruyó a Ángeles: —Ángeles, ve y tómale el pulso. —Está bien. Ángeles se acercó prontamente a la cama y extendió su mano hacia el paciente. Este, al percatarse de la

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