Capítulo 57
De repente, había una persona más en su habitación, sin hacer ruido alguno.
Esa persona era alta y esbelta, vestida de negro, lo que casi se fusionaba con la oscuridad de la noche, haciendo que su piel pareciera tan blanca e impecable como una gema. Sus ojos y cejas mostraban un matiz de fatiga y frialdad, y sus ojos profundos, oscuros como la tinta, se alzaban ligeramente, revelando una sonrisa enigmática.
Como un dios descendido del cielo, misterioso y peligroso.
¿Vicente...?
Ángeles sintió erizarse su piel y de inmediato se dispararon las alarmas en su mente.
Cuando sus ojos se encontraron con la mirada de Vicente, Ángeles, intentando ocultar su pánico, dijo con una risa nerviosa: —Señor Vicente, parece que se ha equivocado de puerta, ¿quiere que lo acompañe afuera?
Ángeles no podía dejar de pensar en la última fiesta, donde Vicente se había infiltrado en Casa Castro ocultando su identidad. Y ahora, de nuevo en medio de la noche, ¡había vuelto de la misma manera!
¿Será que hay algo
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