Capítulo 30
Ángeles continuaba atendiendo sus heridas con serenidad.
Cuando llegó el momento de extraer la bala, inhaló profundamente, mordió un algodón desinfectado y, con determinación, utilizó unas pinzas para extraer la bala de su carne.
El rostro de Ángeles se tornó pálido por el dolor y se cubrió de sudor, pero no emitió ningún sonido.
Creía que no había molestado a nadie; sin embargo, lo que Ángeles no sabía era que Vicente había observado todos sus movimientos a través del reflejo en el vidrio.
Cuando ella comenzó a rasgar su pantalón, Vicente permanecía tranquilo, curioso por saber cuándo Ángeles comenzaría a llorar o a gritar de dolor.
En ese momento, él planeaba arrojarla fuera.
Pero, para su sorpresa, ella no emitió ningún sonido de principio a fin, aunque sus hombros temblaban ligeramente, no derramó ni una sola lágrima.
Eso sí que fue inesperado.
Pronto, Ángeles vendó la herida en su pierna, sus nervios se relajaron gradualmente y, debido a la pérdida de sangre, cerró los ojos y se q
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