Capítulo 143
Las personas mayores suelen ser sencillas, y la abuela Alzira no era la excepción. Aunque Ángeles le había comprado muchas cosas, la anciana simplemente no tenía el corazón para deshacerse de lo viejo.
Delante de ellas había una mesa antigua con cuencos desgastados, y los platos carecían de cualquier tipo de presentación; eran simples, caseros, pero lejos de ser refinados.
Para Oscar, quien estaba acostumbrado a una vida llena de lujos, todo esto resultaba bastante humilde, por no decir pobre. Mucho menos le apetecía usar los utensilios y comer. Ese sentimiento de desagrado que llevaba en su interior se manifestó sin darse cuenta.
Oscar frunció ligeramente el ceño.
Ángeles, en cambio, no tuvo reparo en despedirlo de forma tajante: —Que te vaya bien, no te acompaño.
La abuela Alzira se quedó perpleja por un momento, sorprendida de que el recién llegado ya quisiera marcharse. Pero luego, tras reflexionar un poco, comprendió la razón. Sonrió, sin decir nada más.
Oscar se fue.
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