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Capítulo 119

Ignacio asintió repetidamente. —¿Oyeron eso? ¡De ahora en adelante, escuchen al jefe! —¡Lo oímos, lo oímos! Héctor, con la cara llena de moretones, ya no se atrevía a decir que no. Todos los demás subordinados asintieron con la cabeza como si fueran gallinas picoteando el suelo. Ángeles le dirigió una mirada a Ignacio y le indicó: —Aquí ya no tienes nada que hacer. Puedes irte. —¡Claro que sí! Con una sonrisa aduladora, Ignacio salió disparado. Ángeles le dijo que se fuera, y él obedeció de inmediato, sin atreverse a quedarse ni un segundo más. Desde que Ángeles intervino para salvar a su padre, la familia López le debía un enorme favor. Aunque la familia López había pagado un precio elevado por el tratamiento médico, además de ofrecer ochenta y cinco mil dólares como compensación por haber secuestrado previamente a Ángeles. Ignacio no olvidaba las palabras de su padre: —No te dejes engañar por lo joven que es. Si tiene la habilidad para curar a alguien con sus agujas,

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