Capítulo 116
Deyanira preguntó varias veces seguidas: —Berenice, Berenice, ¿qué te pasa? ¿Y de quién es esta chaqueta?
Berenice levantó la cabeza y, de repente, sonrió: —Deyanira, por fin he salido adelante.
...
En la habitación del último piso del Eterno Amor, el silencio era tan absoluto que se podía escuchar caer un alfiler. Los hombres de Vicente no se atrevían a respirar fuerte. La atmósfera era sofocante, como si una presión invisible les oprimiera el pecho.
Finalmente, uno de ellos se atrevió a hablar con cautela: —Señor Vicente, ¿quiere que vayamos a buscar a ese insensato que se atrevió a drogarlo?
—No hace falta.
Vicente se giró lentamente, con una leve sonrisa en los labios, despreocupado.
El hombre quedó desconcertado. ¿Desde cuándo el temido señor Vicente era tan magnánimo como para perdonar a alguien que lo había ofendido?
Mientras reflexionaba, vio que la sonrisa de Vicente desaparecía y en su lugar surgía una mirada helada y mortal. Había una crueldad despiadada en s
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