Capítulo 111
Marco preguntó: —¿Y si alguien te lo suplica, aceptas?
—Depende de mi humor.
...
¡Qué despiadado!
Vicente jugueteaba con el pequeño frasco de porcelana blanca, suave y redondeado. Sin pensarlo demasiado, quitó el tapón y lo acercó a su nariz para olfatear. El aroma era una mezcla fresca de hierba recién cortada, bastante peculiar.
Aburrido, vertió una pequeña cantidad en su mano y la aplicó sobre la cicatriz que tenía en la piel.
Recordaba lo que Ángeles le había dicho: que incluso las cicatrices antiguas podían beneficiarse del ungüento.
Bueno, por darle el gusto, lo probaría.
Marco, al notar su celular vibrando incesantemente, echó un vistazo a la pantalla y de repente dijo: —No hará falta que lo supliquen. Acabo de recibir noticias: ¡Ángeles se escapó!
—Mi abuelo ha movilizado a casi la mitad del personal. Están buscándola por todos lados, de arriba a abajo. Voy a revisar abajo, me voy.
Marco salió mientras respondía mensajes en su celular.
Antes de irse, no olvidó
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