Capítulo 45
Tal vez Don Fernández la había encerrado en el cuarto oscuro para desquitarse por Lourdes, o quizás Lourdes, al enterarse de que Leticia y Pedro se iban a mudar, decidió no buscarle problemas esta noche.
—Como ya estamos todos, comencemos a comer. —dijo Don Fernández, y solo entonces los demás tomaron los palillos para empezar la cena.
En la mesa había una docena de platillos, pero Leticia apenas tocó dos de ellos.
No tenía hambre y prefería mantenerse al margen, reduciendo al máximo su presencia para evitar ser el blanco de Lourdes. Estaba a punto de marcharse y, sinceramente, no tenía ganas de enfrentarse a ella hoy.
Cuando la cena iba por la mitad, se escucharon pasos provenientes del recibidor, seguidos de varias voces desconocidas.
—¿Don Fernández, está en casa?
Una voz clara resonó en los oídos de todos.
De inmediato, se oyeron otras voces que se sumaban.
Don Fernández dejó los palillos sobre la mesa, se levantó y, con una leve sonrisa en el rostro, dijo, —Son Yago y los demás.
—
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