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Capítulo 2

'Este viejo debe estar ciego.' Aunque Don Fernández ya era mayor, su mente seguía tan lúcida como siempre. Entendía perfectamente que la familia García no quería casar a su hija, pero según el maestro, el destino había señalado que la unión predestinada era con Leticia. —El 15 de agosto es un buen día, así que fijemos la boda para esa fecha. —anunció Don Fernández. Esa comida no solo no cambió la postura de la familia Fernández, sino que además los García se vieron atrapados, e incluso la fecha de la boda quedó definida. Leticia miró a sus padres y dijo con firmeza, —Me casaré. —Leti... —la señora García estaba preocupada por este matrimonio forzado. Se suponía que el encuentro de hoy sería una reunión para conocerse mutuamente, pero solo habían venido Don Fernández y el alcalde Raúl Fernández. Ninguna mujer de la familia Fernández estuvo presente. Incluso el propio novio, Pedro Fernández, ni siquiera se dignó a hacer una llamada. Vicente García, el padre de Leticia, sintió que su hija estaba siendo desairada, —No te preocupes, no te casarás. Volveremos y yo mismo cancelaré este compromiso. Leticia era su única hija, la luz de sus ojos. Estaba en la flor de la vida, ¿por qué debía casarse con Pedro, que además de tener ocho años más que ella, no mostraba ningún respeto hacia la familia García? No importaba cuán poderosa fuera la familia Fernández, no podían amenazarlos. Si hacía falta, Vicente estaba dispuesto a dejar la empresa. Después de todo, solo tenía una hija y su felicidad era lo más importante. La señora García también se sumó emocionada, —¡Exactamente! Trabajamos duro para que nuestros hijos tengan una buena vida, y ahora el dinero se ha vuelto una carga. Si es necesario, lo dejaremos todo. Decididos y llenos de determinación, los García se subieron al auto y se dirigieron a casa. Leticia, conmovida, no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Sin embargo, ¿cómo podía permitir que sus padres abandonaran todo lo que habían construido con tanto esfuerzo? Ellos estaban dispuestos a renunciar a todo, pero, ¿y su hermano? No podía ser tan egoísta. Oficina del presidente del Grupo Fernández. En la oficina, Pedro Fernández trabajaba en su escritorio. Su expresión fría y su presencia distante hacían evidente su carácter imponente. Sus rasgos eran marcados, con cejas afiladas y una mirada penetrante, su frente amplia y su nariz recta le daban un aire de dureza. Su padre entró en la oficina, y Pedro apenas lo miró antes de volver a concentrarse en su trabajo. Sin embargo, Don Fernández se sentó en el sofá y anunció con tranquilidad, —Tu boda será el 15 de agosto. Pedro detuvo la mano justo antes de firmar, sin mover el cuerpo, levantó la vista una vez más hacia su padre, que estaba en el sofá. Don Fernández levantó la taza de té que estaba en la mesa de centro y la acercó a sus labios. Sopló las burbujas y bebió un sorbo de té verde, —Sé lo mucho que te has resistido durante todos estos años, pero tu madre no querría verte soltero hasta ahora, desde el cielo. Luego, Don Fernández continuó, —La fecha de la boda ya está fijada. La novia es de la familia García, se llama Leticia García. Es una muchacha muy especial. Tiene 20 años, aún es estudiante. —¡Ja! ¿20 años? Mejor entrégasela a Oscar Fernández. —Pedro se burló, sin pensarlo siquiera, dejando escapar esas palabras con desdén. —¡Desgraciado! —exclamó Don Fernández. —¡Pedro Fernández! ¡Es tu esposa, y tú no decides entregarla a tu sobrino como si nada! —cada vez que hablaba con su segundo hijo, Don Fernández sentía que el coraje lo mataba. Pedro siempre era su mayor dolor de cabeza; cada palabra y cada acción de su hijo parecían ir en su contra. En realidad, Don Fernández evitaba verlo si no era necesario. Pedro respondió, —Entonces, ¿por qué no se casa el que la eligió? —¡Pedro Fernández! —Don Fernández casi escupió sangre del coraje. —Esta vez no tienes opción. Ya se ha preparado la dote, y nos estamos preparando para pedir la mano de Leticia en la casa de los García. Te advierto, Pedro Fernández, aunque te mueras, esta boda se llevará a cabo. —amenazó Don Fernández, con la voz llena de autoridad. Pedro lo miró fríamente y dijo de manera implacable, —Eso no va a pasar. La nuez de Adán de Don Fernández subió y bajó, su rostro reflejaba la frustración. Viendo la fuerte oposición de Pedro, lanzó su carta final, —Si te casas, te contaré todo lo que sé sobre ella. Esta vez, fue Pedro quien se sorprendió. Sabía bien a quién se refería su padre con “ella”. Entrecerró los ojos y preguntó, —¿Tú también la estás investigando? Don Fernández no respondió, se levantó sin beber el nuevo té y dijo, —El 15 de agosto es la fecha de la boda. Prepárate bien. El tiempo voló, y el día de la boda llegó como estaba planeado.

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