Capítulo 8 Abusar de los sinceros
Yolanda se juró en silencio que jamás permitiría que Simón apareciera en la conferencia de prensa.
Ella se aseguraría de que ese rústico campesino se marchara en menos de tres días.
Llegar a ser secretaria de Sara no fue fruto de la ingenuidad; por el contrario, era una profesional con amplia experiencia en el mundo corporativo.
Un novato como Simón, sin duda, sería completamente sobrepasado por ella en cualquier situación.
Ambos entraron al centro comercial, donde Yolanda, sin darle mucha importancia, eligió algunas prendas económicas y le pidió a Simón que se las probara.
En ese momento, Mónica se acercó.
Ella y Yolanda habían sido compañeras en la universidad, y la inclusión de la Corporación Azul Celeste en la lista de evaluación fue gracias a Yolanda.
—¡Yolanda, hola!
—¡Jefa Mónica, cuánto tiempo sin verte!
—¿Quién era ese chico con el que estabas?
—Es el nuevo asistente de la jefa Sara, un campesino bastante tosco.
¿Asistente?
Mónica comprendió de inmediato la situación.
Sara había enviado a Leonardo con un Rolls-Royce a recoger a Simón, claramente con la intención de romper el matrimonio.
Sin embargo, Sara manejó bien el asunto.
Después de romper el compromiso, le ofreció a Simón un puesto menor.
Para alguien de origen rural, ser asistente en el Grupo Pionero era una grandísima oportunidad.
Pero, según Mónica, Simón no merecía esa suerte.
Recordando la humillación que había sufrido anteriormente, se llenó de rabia.
Estaba decidida a asegurarse de que Simón no pudiera conservar ni siquiera ese puesto de asistente.
—Yolanda, el otro día en el tren me topé con un degenerado que se parecía muchísimo a ese campesino. ¿Tú crees que pueda ser el mismo?
Mónica sacó una foto de su celular.
Yolanda, al verla, se alegró por dentro.
—¡Es él! ¡Ese campesino vulgar! Pensé que solo era un simple hombre del campo, ¡pero resulta que también es un pervertido! Mándame esa foto, me encargaré de que el departamento de recursos humanos se encargue.
Mónica envió la foto de inmediato.
Luego sacó una tarjeta de descuento de una clínica de belleza de su bolso Louis Vuitton y se la entregó a Yolanda.
—Esta clínica es excelente, Yolanda. Deberías probarla cuando tengas tiempo.
Yolanda ya había aceptado favores de Mónica en el pasado. Tomó la tarjeta con naturalidad y la guardó en su bolso.
—No te preocupes, jefa Mónica. Aunque muchas empresas están siendo evaluadas y algunas serán descartadas, con tu nivel de compromiso, la Corporación Azul Celeste seguramente estará entre las elegidas.
Justo cuando Simón estaba por salir del probador, Mónica se despidió.
—Yolanda, estoy ocupada ahora, me retiro. ¡La próxima vez yo invito la cena!
Mónica se alejó con elegancia, sus tacones resonaban con firmeza.
Yolanda, con desinterés, apenas le echó un vistazo y dijo: —Está bien, te llevas esa.
Tras comprar la ropa, Yolanda llevó a Simón a los dormitorios para empleados.
Aunque Sara le había pedido que le asignara una buena habitación, ella lo condujo directamente al sótano.
Lo llevó a un cuarto húmedo y oscuro, sin ventanas, cerca de un montón de basura, donde corrían ratas y cucarachas.
—Vas a vivir aquí.
—¿Esto lo organizó la jefa Sara?
—¿Tienes algún problema con eso?
—No.
—Descansa hoy. No tienes que trabajar. Mañana por la tarde, a las cuatro y media, ven a la oficina a reportarte.
Yolanda claramente estaba tratando de sabotear a Simón.
Su objetivo era que lo despidieran.
Después de que se fue.
Simón miró el dormitorio con notable frustración.
¿Qué clase de prometidas había encontrado su abuelo?
¿Mujeres malas como esta? ¿Eso era? ¿Solo querían hacerle la vida imposible para que él mismo se rindiera?
Mientras no obtuviera la Flor de Lumbre Divina, él no se iría.
Al volver a la empresa, Yolanda fue directamente a la oficina de la jefa.
—¿Dónde está Simón?
—Ese hombre rústico es un desastre organizativo. Le dije que dejara sus cosas en el dormitorio y viniera directamente a la oficina. ¿Y sabes qué hizo? ¡Se fue a dormir!
—Probablemente estaba cansado. Déjalo.
—Jefa Sara, pensé que estaba cansado y fui comprensiva. Le dije que si no quería venir hoy, no había problema, que viniera mañana a las nueve de la mañana. Pero me dijo que normalmente duerme hasta el mediodía y que solo vendría por la tarde, dependiendo de cómo se sienta.
Una persona tan perezosa y desorganizada no es apta para trabajar en nuestra empresa. ¿Qué pensarán los demás empleados? ¿No quedarán nuestras reglas y disciplina como meras formalidades?
Yolanda pensó que al contar esto, Sara se molestaría y despediría a Simón de inmediato.
Pero en vez de eso, Sara simplemente sonrió y dijo.
—De ahora en adelante, yo me ocuparé personalmente de él. Informa al departamento de Recursos Humanos que no necesita registrar su asistencia. Además, no será necesario evaluarlo; yo me encargaré personalmente de eso.
Yolanda se quedó atónita.
No podía creer lo que estaba escuchando.
¿No necesita registrar su asistencia? ¿No será evaluado? ¿Será supervisado directamente por la jefa?
¿Un simple asistente merecía ese trato?
Ella, que había sido secretaria de Sara durante años, jamás había recibido ese nivel de consideración.
Finalmente, Yolanda decidió actuar sin moderación.
Estaba decidida a usar todos los medios necesarios para hacer que Simón se fuera.
No podía permitir que Simón se integrara normalmente al equipo; tenía que eliminar esa amenaza potencial antes de que escalara.
Yolanda sacó su celular, abrió la foto y se la mostró a Sara.