Capítulo 12 Señor Maravilloso
Gustavo dejó a propósito un cabo suelto para que Sara creyera que estaba fanfarroneando y así cayera en su trampa.
Porque, en los negocios, Sara siempre había sido cautelosa. La multa por incumplimiento en el contrato, como mucho, pondría en aprietos a la familia Sánchez, pero no la iba a acabar.
¡Pero si la multa se multiplicaba por diez, la familia Sánchez sería destruida sin remedio!
Y una vez destruida la familia Sánchez, Sara no tendría opción: ¡se convertiría en su marioneta!
Mientras tanto, Sara ya había logrado comunicarse con el contacto.
Pero no sabía que fue Gustavo quien le había enviado en secreto un mensaje a esa persona, y por eso atendió la llamada.
Después de colgar, Sara recuperó la confianza.
—¡Ja! Gustavo, ¿de verdad crees que puedes engañarme con un truco tan infantil? ¿No te parece ridículo?
Sara subió al estrado y tomó el micrófono. Con solemnidad, se dirigió al público:
—Estimados jefes, si hoy Grupo Pionero no logra firmar contrato con Clínica Renacer, la familia Sánchez pagará una indemnización diez veces mayor por el incumplimiento. Por favor, no se impacienten, ¡la ceremonia de firma y la rueda de prensa se llevarán a cabo a la hora!
Apenas terminó de hablar.
Las modelos vestidas de gala gritaron al unísono: —¡Bienvenido, director Jaime!
Jaime había llegado.
Con él venía el personal de la Clínica Renacer, incluyendo al asistente Benito, encargado de coordinar con Sara.
Sara fue rápidamente a su encuentro y preguntó: —Asistente Benito, ¿y el líder Héctor?
—El líder Héctor tuvo un asunto de última hora y no podrá asistir hoy. Todos los asuntos de la Clínica Renacer en Altoviento están a cargo de su principal discípulo, el director Jaime.
Sara extendió la mano con entusiasmo: —¡Director Jaime, un gusto!
Jaime la ignoró por completo y fue directo hacia Gustavo.
—Señor Gustavo, en esta alianza estratégica entre la Clínica Renacer y el Grupo Sombra Negra, nuestras dos entidades deben mantenerse unidas y dominar el mercado de Altoviento.
La sala, que estaba en silencio, se llenó de bullicio de inmediato.
Sara quedó desconcertada.
—Asistente Benito, ¿no me dijo hace un momento por teléfono que no había problema con la ceremonia de hoy?
—¡Y no hay problema! Pero nunca dije que firmaríamos con Grupo Pionero.
—¡Tú...!
Sara estaba tan furiosa que sus ojos se pusieron rojos, pero se contuvo y evitó llorar.
Simón, que estaba relajado como si nada, recibió un mensaje.
—Profesor, ¿dónde está? Tengo un asunto familiar, debo volver a Ríoalegre por la tarde. ¿Puede almorzar conmigo hoy?
—Centro Internacional de Conferencias.
—Espéreme, profesor. Estoy en camino. Llegaré en media hora.
Yolanda, al ver a Simón escribiendo en el celular, estalló furiosa: —¿¡De verdad estás jugando con el celular en este momento tana importante!?
—Son las diez y media. Aún falta media hora para la ceremonia.
—¡Tú...!
Yolanda pisoteó el suelo de la rabia.
—¡Si no fuera por ti, un campesino vulgar que salió a decir tonterías sobre una multa diez veces mayor, la jefa Sara no estaría en aprietos!
Gustavo se acercó, con las manos en los bolsillos y una expresión de triunfo en el rostro mientras miraba a Sara.
—Una multa diez veces mayor... Aunque la familia Sánchez vendiera todo lo que tiene, no podría pagarla, ¿verdad? Si quieres salvar a la familia Sánchez, solo hay una manera: ¡cásate conmigo!
Aunque Sara despreciaba el comportamiento de Gustavo, era consciente de que él la había estado cortejando durante años, utilizando todo tipo de métodos.
Sara sabía que Gustavo realmente la amaba, que su afecto por ella no era algo pasajero.
Ahora, Sara había llegado a un callejón sin salida.
No tenía elección.
Solo aceptando a Gustavo podría salvar al Grupo Pionero y a la familia Sánchez.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Sara.
¿Acaso era el destino?
De repente, alguien gritó.
—¡El líder Héctor ha llegado!
Jaime levantó la cabeza, y efectivamente, su maestro había llegado.
—Señor Gustavo, que el maestro venga personalmente a esta ceremonia de firma es un gran honor para ustedes, la familia Gutiérrez. ¡La familia Gutiérrez alcanzará un éxito brillante! ¡Vamos a recibirlo!
Jaime corrió junto a Gustavo con entusiasmo y presentó con energía: —Maestro, él es el señor Gustavo de la familia Gutiérrez, jefe del Grupo Sombra Negra.
—¡Líder Héctor, un placer!
Gustavo extendió la mano con emoción, esperando estrechar la de Héctor y lograr que la familia Gutiérrez se aliara estrechamente con la familia Medina.
Pero Héctor lo ignoró por completo y, como un niño emocionado, corrió hacia Simón.
La mano de Gustavo, temblorosa por la emoción, quedó suspendida en el aire con gran incomodidad.
—¡Señor Maravilloso!