Capítulo 7
Después de un largo silencio, él asintió con la cabeza, —Bien.
Sara sonrió con felicidad. Se secó las lágrimas y corrió a la mesa para tomar una tarjeta de invitación y dársela a Felipe.
—La dirección y la hora están aquí, señor Ruiz, no llegues tarde.— Sara lo recordó repetidamente.
Felipe guardó la tarjeta de invitación y salió por la puerta.
—Mamá, el señor Ruiz ha aceptado.— Sara vino saltando de felicidad.
—Lo oí.
Sara ama a Felipe, si él le dice algo, ella se alegrará durante mucho tiempo.
Antes de dormir, Sara llevó de vuelta a su habitación el osito de peluche que había tirado y colocó el carrito junto al osito.
Serena estaba muy preocupada, ¿realmente iría Felipe?
Ella preferiría que él se negara directamente.
Sería mejor que apagar una y otra vez la esperanza que encendía Sara.
Felipe llevó la tarjeta de invitación a Lilia, y Pepe la vio.
—Aaah.— Pepe rompió a llorar de repente.
—¿Qué pasa?— Preguntaron a la vez Felipe y Lilia.
Pepe sostenía la tarjeta de invitación y sollozaba: —Sara invitó a todos los compañeros, pero no me invitó a mí.
—No llores más. Si Sara no te invitó, seguro que la molestaste. Pídele disculpas y te invitará la próxima vez.— Lilia abrazó a su hijo y echó un vistazo a Felipe.
—No, quiero divertirme con mis compañeros. También quiero celebrar mi fiesta de cumpleaños ese día, lo quiero, lo quiero.— Pepe se acostó en el regazo de Lilia, lloraba hasta casi quedarse sin aliento.
—No es tu cumpleaños ese día.
—Entonces no celebro mi cumpleaños, mamá, por favor, quiero divertirme con mis compañeros.
—Pepe, sé obediente, no llores más.
Lilia no pudo consolarlo y también comenzó a llorar.
—No llores más, lo organizaré por ti.— Felipe lo levantó en brazos. —Lo haremos ese día, invitaremos a todos los compañeros de clase.
—¿Es verdad, papá?— Pepe se secó las lágrimas y lo miró emocionado.
Felipe asintió, y Pepe dejó de llorar, sonrió y lo abrazó gritando, —¡Viva!
Serena y Sara no sabían nada de la decisión de Felipe, estaban preparando juntas las cosas para la fiesta de cumpleaños.
El día antes de su cumpleaños, Serena llevó a Sara a tramitar el retiro de la guardería infantil.
Después de llegar a casa, Sara no dejaba de mirar el reloj.
Esperaba que el tiempo pasara rápido.
Cuanto más se acercaba el cumpleaños, más nerviosa se ponía Serena, temiendo que Felipe faltara nuevamente.
Esa misma mañana, le envió un mensaje a Felipe.
—La fiesta de cumpleaños comienza a las cinco, no llegues tarde.
Esta vez, Felipe respondió rápidamente, —Bien.
Serena miró a Sara jugando con la tableta a un lado y se relajó un poco.
Si Felipe de veras viene, ¿se iría ella?
Después del almuerzo, Serena llevó a Sara al hotel y decoraron la habitación juntas.
—Mamá, ¿realmente vendrá el señor Ruiz?— Sara también comenzó a preocuparse, mirando de vez en cuando por la ventana.
Serena le mostró el mensaje de la mañana, —Debería venir.
Sara sonrió y continuó jugando con el globo.
Después de decorar la habitación, Serena recibió una llamada de un padre diciendo que su hijo tenía un asunto urgente y no podía venir.
Ella intercambió algunas palabras de cortesía con él y colgó el teléfono.
Para su sorpresa, más compañeros de clase le llamaron.
—Mamá, ¿no van a venir?— preguntó Sara, quien oyó las llamadas y se puso un poco pálida. —No importa, con que venga el señor Ruiz está bien. Solo quiero pasar mi cumpleaños con mamá y él.
Serena se sintió apenada por su madurez y abrió la boca sin saber cómo consolarla.
De nuevo le envió un mensaje a Felipe, pero esta vez no respondió.
El momento de la fiesta de cumpleaños ya había pasado y, aún así, ninguno de sus compañeros se presentó.
Serena echó un vistazo a su teléfono y vio la actualización del Instgram de Lilia.
Ella organizó una fiesta de celebración de ingreso a la escuela para Pepe e invitó a toda la clase.
Era una foto grupal de los niños y los padres, con Felipe parado en el medio.
—Gracias al papá Ruiz por la fiesta que organizó para mi hijo, él está muy feliz.
La mano de Serena tembló y el teléfono se cayó al suelo.
Él sabía muy bien que hoy era el cumpleaños de Sara...
Sara se acercó, recogió el teléfono y miró fijamente la foto.
Esta vez, no lloró.
—Mamá, vamos a comer.— Sara colocó el teléfono en la mesa, acercó el pastel hacia ella misma y dijo: —Mamá, ayúdame a encender las velas.
Serena sintió un dolor tan intenso que casi no podía respirar.
Ella encendió la vela y apagó la luz.
—Espero que el señor Ruiz esté siempre feliz, y que mi mamá y yo estemos juntas para siempre.
Al oír el deseo de Sara, Serena no pudo contenerse más y las lágrimas brotaron de sus ojos.
La vela se apagó, ella se secó rápidamente las lágrimas y le sonrió a Sara.
—Come rápido.
—Mamá, en el futuro solo quiero celebrar mi cumpleaños contigo. Después de comer, nos vamos.
Sara tomó un bocado del pastel y finalmente no pudo contener las lágrimas.
Serena la abrazó, —Sara, no llores más, te cuidaré bien en el futuro.
Felipe agotó sus oportunidades.
Ella y Sara ya no lo querían.
Esa noche, Serena y Sara empacaron sus maletas y dejaron la villa.
Compraron el primer vuelo disponible para el país Arean.
Antes de abordar el avión, Serena le envió un mensaje a Felipe.
—Felipe, te deseo felicidad en el resto de tu vida.
Apagó su teléfono y, tomando la mano de Sara, subió al avión.
Desde entonces, ya no tendrían ninguna relación.