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Capítulo 12

Quizás estaba realmente demasiado cansada internamente, Yaritza dejó de luchar cuando la afilada hoja del cuchillo tocó su mano, y cerró los ojos, exhausta. En ese momento de oscuridad, oyó que alguien gritaba su nombre a viva voz ¡Yaritza! Luego, la llamaron Yari. Como aquel joven de antaño, frío en apariencia, pero que le entregaba toda su ternura, llamándola cariñosamente Yari. Ella sabía en su corazón que esa supuesta ternura era solo una ilusión, porque extrañaba tanto a su joven, a su Dieguito. Pero su Dieguito, junto con su corazón roto, había sido sepultado en el torrente del tiempo, y nunca volvería... Cuando Yaritza despertó, ya era la mañana del día siguiente, y se sorprendió al descubrir que estaba de vuelta en el pequeño apartamento del Rincón Romántico, y que su mano no había sido cruelmente cortada. Diego estaba de pie, de espaldas a ella, junto a la ventana, erguido y distinguido. Ella lo llamó tentativamente: —¿Dieguito? Diego se giró bruscamente, y no sabía si era su imaginación, pero en el momento en que se volvió, creyó ver en sus ojos un destello de algo extraño, una emoción que podría describirse como compasión. Pero fue solo un instante; luego, en sus ojos, solo quedó un frío penetrante y desdén. —¿Qué, ya no te haces la muerta? dijo Diego con una risa fría, y sin esperar a que Yaritza respondiera, añadió con frialdad: —¡Yaritza, vamos a divorciarnos! —¿Divorcio? El pecho de Yaritza se contrajo involuntariamente, recordaba claramente que, después de su reencuentro, él la había obligado a casarse con él solo para vengarse y torturarla. Ahora, al escucharlo proponer el divorcio, su corazón aún sentía un dolor indescriptible. Llámala despreciable o sin vergüenza, pero no quería divorciarse de Diego. Quería llevar la identidad de su esposa hasta la tumba. Como si hubiera pasado un siglo, Yaritza finalmente recuperó su voz, que sonaba ronca y claramente temblorosa, evidentemente muy afligida. —Dieguito, dijiste que nunca te divorciarías de mí en esta vida. Dijiste que ni la muerte nos separaría. Tú... Diego interrumpió a Yaritza con una risa fría: —¿Qué pasa, te cansaste de jugar y ahora quieres seguir gastando dinero para disgustarte? Yaritza aún tenía muchas cosas que quería decirle, pero la frase te cansaste de jugar la hirió profundamente. Por un momento, solo pudo balbucear: —Dieguito, yo no quiero el divorcio, no me divorciaré de ti... Diego no tomó en serio las palabras de Yaritza. Arrojó un montón de papeles en su cara diciendo: —¡Firma! Yaritza bajó la mirada, las palabras documento de divorcio resplandecían dolorosamente ante sus ojos. Ella sabía que Diego estaba apurado por divorciarse para poder casarse con Amaranta de manera legítima. Su corazón herido no podía detenerlo, pero no quería darle el gusto a Amaranta. Quería retener el título de Señora Torres hasta la muerte. De repente, lanzó los documentos de divorcio al suelo y, con el mentón levantado y voz desafiante, dijo: —Dieguito, no voy a firmar. Si Amaranta quiere ser Señora Torres, ¡tendrá que ser sobre mi cadáver! Al ver que Yaritza era tan obstinada, los oscuros ojos de Diego se tornaron aún más sombríos, y su voz se volvió más fría, como si viniera de la cima de una montaña helada: —Yaritza, no pruebes mi paciencia. ¡Firma! ¡No te llevarás nada! Inicialmente, Yaritza planeaba seguir resistiendo, pero al escuchar la frase no te llevarás nada, de repente cambió de opinión. Lentamente recogió el documento de divorcio del suelo y dijo: —Dieguito, si quieres que me divorcie de ti, será solo si me das catorce mil dólares estadounidenses. De lo contrario, olvídate de casarte con tu amante de manera legítima en esta vida. —¡Ja! Sus labios se movieron fríamente y, de repente, Diego agarró la mano de Yaritza. —¿catorce mil dólares estadounidenses? Yaritza, realmente no puedes olvidar a ese niño en ningún momento. Lástima que tu plan no va a funcionar. ¡Ese niño tiene que morir! Diciendo esto, Diego de manera brusca puso el bolígrafo para firmar en la mano de Yaritza y, sin dejar lugar a discusiones, guió su mano para que firmara el documento de divorcio.

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