Capítulo 82
—Mmm. — La mirada de Oscar se tornaba cada vez más profunda, mientras resonaba en sus oídos el eco de una risa familiar y agradable. —Hermano, ¿te parece bonita esta rosa? La encontré tirada en el camino. De regreso de la escuela, vi a un hombre discutir con su novia, y me pareció una lástima dejarla abandonada, así que la recogí.
Al ver que él asentía, Lourdes extendió su mano para tomar la suya; en su delgada muñeca, llevaba una pulsera de joyas que Oscar había adquirido por cientos de miles en una gala benéfica tres días antes. —Oki, has bebido demasiado, déjame ayudarte a subir a descansar.
Oscar: —No es necesario.
Lourdes se quedó con una expresión desconcertada. —¿No te quedarás?
Oscar retiró su mano, endureciendo su mirada. —No es apropiado.
En los ojos de Lourdes brillaba una luz de desilusión.
Fuera de la Casa Gutiérrez, se detuvo un coche. Oscar le acomodó cuidadosamente el chal rosa sobre los hombros. —El lugar de la señora Díaz es tuyo, debes reclamar lo que te corresponde
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