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Capítulo 15

Al caer la noche, la luz de la luna fluctúa entre los nubarrones, alternando entre iluminarse y oscurecerse. Casa Bosque. Un lujoso candelabro de cristal ilumina todo el gran salón. Oscar no tiene la costumbre de acostarse temprano; se sienta frente a la barra, vestido con una camisa negra y un chaleco burdeos. Se sirve una copa de vino tinto, cuyo líquido rojo como la sangre se balancea en la copa de cristal transparente. En el mueble del vino al lado, un espejo refleja las líneas nítidas y suaves de la mandíbula del hombre. El hombre levanta la cabeza y de un sorbo se acaba el vino. Sin embargo, al lado de su mano, hay un dossier. Contiene información sobre los criminales involucrados en el caso de secuestro y explosión de aquel año. Oscar nació siendo el favorito del destino. Su madre pertenecía a una familia acaudalada que se dedicaba al negocio de la joyería por generaciones y sus ancestros eran eruditos. Cuando llegó la generación de su madre, la familia Castro se unió en matrimonio con la familia Morales, uniendo a dos personas sin ningún afecto. De esa unión nació Oscar. La familia Díaz, su único heredero. Cuando Oscar tenía trece años, acompañó a su madre a la antigua casa en Ciudad Miraflores para vivir allí. Pero esa noche, de repente, ocurrió una explosión. Oscar vio con sus propios ojos cómo su madre moría en esa explosión y él… fue secuestrado, su vida pendía de un hilo. Hasta que, en el camino de regreso a Ciudad Solarena, la furgoneta que llevaba a Oscar secuestrado se vio involucrada en un accidente múltiple en la autopista. Su vida colgaba de un hilo y sobrevivió, siendo rescatado por una familia común. Esa persona no era otra que el padre biológico de Belén, un simple taxista. Él acababa de llegar a la familia Romero, y Belén apenas tenía un año... En ese momento, Oscar no sabía cuántas personas más estaban conspirando en su contra en secreto. Decidió no revelar su verdadera identidad y optó por esconderse, viviendo con la familia Romero y recuperándose durante muchos años. La buena fortuna no duró; los padres de la familia Romero murieron en un accidente automovilístico, dejando solo a Belén, que tenía solo cinco años. Finalmente, tuvieron que ir a un orfanato. Oscar, en verdad, tenía la intención de dejar a Belén allí sola... Pero cuando ella lloraba y gritaba pidiéndole que no la abandonara, Oscar también se ablandó en ese momento y no tuvo más remedio que mantenerla a su lado. Ahora, año tras año, aquella pequeña niña de entonces, en un abrir y cerrar de ojos, han pasado once años. Ella… ha crecido… Cuando toda la familia Díaz pensaba que él había muerto, Oscar, a los veinticinco años, volvió oficialmente a la familia Díaz. Su regreso no era solo para encargarse del imperio familiar sino para… encontrar al asesino de aquel entonces... ¡La explosión que ocurrió en Casa Castro aquel año se llevó cuarenta y cinco vidas! Los documentos que Oscar tiene a mano contienen la lista de todos los implicados identificados en ese momento. Actualmente, solo tiene una parte; todavía hay ratas que se esconden en las alcantarillas, huyendo... Esperando hasta que el antiguo reloj en la pared retro marque las doce. Varios autos negros se acercan en la oscuridad. Cipriano baja del coche, seguido por dos más en los que vienen guardaespaldas llevando a tres personas con capuchas negras, con las manos atadas y la boca sellada con cinta adhesiva, sin poder hablar. Cipriano entra al gran salón, se detiene detrás de Oscar y, con una reverencia, informa: —Presidente Oscar, las tres personas investigadas ya han sido traídas. Oscar se sirve otra copa de vino, su mirada intensa y ligeramente ebria observa el líquido rojo oscilante. —¿Han confesado? Cipriano asiente. —Todos han confesado. Participaron en la explosión de Casa Castro, pero no saben quién fue el autor intelectual. Oscar hace un gesto con la mano. Cipriano entiende y se va. Poco después, desde el patio de Casa Bosque se escuchan gritos desgarradores. Uno de los hombres consigue romper la cinta y, llorando, suplica: —Presidente Oscar, en aquel entonces mi familia pasaba por dificultades, solo por dinero nos vimos obligados a actuar! Cada uno de nosotros siguió órdenes, si no fuera por nuestras familias, no querríamos hacer tales cosas. —¡Te imploro, por favor, ten piedad de mí después de tantos años! —¡Si me perdonas la vida, haré lo que me pidas! Desde el interior de la lujosa villa, el hombre frío y noble camina fuera del salón, su aura tan imponente como la de un dios y sus ojos oscuros como la noche. Su voz baja y calmada, como si fuera un demonio dispuesto a arrebatarles el alma, dice: —¿Perdonarte? Hace quince años, la explosión en Casa Castro cobró cuarenta y cinco vidas. —Si quieres que te perdone, ve al cielo y pregúntales si ellos te perdonarán! Oscar estaba frente a él, con una mirada tan fría y penetrante como la de un halcón, sin mostrar rastro alguno de calor. Sabía que no había vuelta atrás, parecía enloquecido mientras se levantaba y comenzaba a reír a carcajadas. —¡Sí, fui yo quien lo hizo! Te lo digo, no solo matamos, también violamos a esa chica, solo tenía catorce años, sus piernas eran tan blancas, fue realmente divertido, ¿sabes cuánto disfruté? ¡Incluso sueño con volver a experimentarlo...! Aunque vaya a morir, te digo que no pierdo nada en absoluto, ¡al menos arrastré a muchos conmigo! Los oscuros ojos de Oscar se tornaron aún más sombríos cuando pronunció esas palabras, mirando como si ya estuviera muerto. Oscar hizo una señal con su dedo y, en poco tiempo, trajeron a una madre y su hija. El hombre, que momentos antes se mostraba desafiante y arrogante, de repente se tornó temeroso. —¡Bestia, no toques a mis hijos, déjalos ir, déjalos ir! —Señor Oscar, me equivoqué, soy completamente malvado, merezco la muerte... —Mi esposa y mis hijos son sordomudos, son inocentes, no les hagas daño, te lo suplico... —Estoy dispuesto a entregarme, ¡daré mi vida a cambio de la de ellas! Oscar fue agarrado del pantalón por el hombre, quien intentó rogarle, pero Oscar lo derribó de una patada. —Cuando ellos rogaban por sus vidas, ¿alguna vez pensaste en perdonarlos? —No te preocupes, después de tu muerte, me aseguraré de que se reúnan contigo. Después de todo... las deudas de vida siempre se pagan. Oscar extendió su mano y uno de los guardaespaldas le pasó un bastón. Con un movimiento firme, el sangriento golpe salpicó en los profundos ojos del hombre, que no parpadeó ni una sola vez. Cuando el hombre en el suelo apenas podía respirar, Oscar finalmente detuvo su mano y arrojó el instrumento al suelo. —¡Limpia todo esto! En la oscuridad de la noche, los sonidos resonaron por unos segundos antes de volver a la calma. Alrededor de las dos de la madrugada. El silencio de la noche reinaba. Era la primera vez que Belén llegaba tan tarde a casa. Después de comer barbacoa con Vicente, habían paseado por el mercado nocturno, donde él le compró algunos bocadillos. Con los bocadillos en mano, al llegar a casa y encender las luces del salón, Belén se sorprendió al ver al hombre sentado en el sofá, con la cara manchada de sangre. Soltando la bolsa de golosinas, Belén corrió hacia él preocupada. —Hermano... ¿qué te pasó? —¿Estás herido? Belén, sosteniendo la cara del hombre con sus dedos temblorosos, comenzó a limpiar la sangre de su rostro. —Hermano... ¿qué ha pasado?

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