Capítulo 12
El atardecer teñía el cielo como sangre cuando Ramón regresó a la casa de los Gómez, pisando los últimos rayos del sol como si fueran cenizas calientes.
¡Pah!
El papel del análisis clínico, con ese olor frío a desinfectante, voló directo al rostro de Pilar, golpeándola con tal fuerza que el filo le dejó una línea roja en la mejilla pálida.
La muchacha, encogida en el sofá de cuero, tembló de golpe como una cría de venado asustada.
—Los niveles de serotonina están normales, la actividad de los receptores de dopamina también. No hay ni un solo parámetro alterado. —la voz de Ramón era puro hielo afilado.
—Pilar Gutiérrez, tú no tienes depresión. ¿Por qué nos mentiste?
El aire se volvió denso. Nadie se atrevía a respirar.
Mauricio se adelantó, hizo una bola con el papel y la lanzó al basurero, —¿Y tú quién te crees para husmear en la privacidad de Pili? ¡Las enfermedades mentales no se detectan con un análisis de sangre!
—¿Y esto? —Ramón le lanzó un segundo documento, con un sello médico f

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