Capítulo 42
Giré la cabeza, levantando una ceja.
—¿Acaso no es así?
Laura, de repente, se sintió tranquila.
Por primera vez en la noche, asintió sonriendo.—Sí.
...
El auto llegó a una zona de fábricas abandonadas y desoladas.
La atmósfera era sombría, y de vez en cuando se escuchaban sonidos extraños.
Laura, asustada, se acercó más a mí.
El asistente iba delante, guiándonos hasta que se detuvo frente a una puerta azul.
—Presidente Miguel, hemos llegado. La persona está adentro.
Asentí con la cabeza.
—Quédate afuera.
Con Laura, me acerqué y empujé la puerta.
La luz de las lámparas fluorescentes iluminaba todo el espacio; la habitación no era muy grande y se veía completamente a simple vista.
En el centro había una persona atada con cuerdas y con una venda cubriéndole los ojos.
—¡Malditos! ¿Quién se atreve a secuestrarme? ¡Si me tocas, estás muerto!
Hugo seguía lanzando amenazas.
Sin preocuparme por bajar la voz, cerré la puerta detrás de mí.
El sonido de sus insultos se
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