Capítulo 14
Caminaba hacia mi plaza de aparcamiento.
De repente, escuché el sonido de una bocina detrás de mí.
Miré hacia atrás y vi el rostro de Carmen.
En apenas dos semanas, parecía haber envejecido diez años, con el rostro marcado por el cansancio y la desdicha.
Al verme, forzó una sonrisa amable.
—Miguel, tenemos que hablar.
Que haya llegado hasta mi trabajo significaba que no descansaría hasta que me viera.
Me giré y tomé asiento en el lado del copiloto.
Carmen encendió el coche y salió del estacionamiento.
—Miguel, nuestras familias tienen una relación de muchos años, y el padre de María y yo siempre te hemos considerado un yerno...
—Tía.—la interrumpí,—eso no fue más que una broma entre las dos familias.
—Sé que a María nunca le caí bien, siempre lo he sabido.
Lo dije de manera cuidadosa; no quería romper con la familia Fernández en este momento.
Las palabras parecieron atragantarse en la garganta de Carmen.
Pasó un rato antes de que lograra hablar de nuevo.
—Aunque el compromiso no valga,
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