Capítulo 58
Ella tampoco lo esperaba; el respeto que tenía hacia ella se había esfumado.
Él podría ignorar su sinceridad, incluso podría pisotearla.
Porque ella lo amó en algún momento y, por amor, ella creía merecerlo.
Sin embargo, él había cruzado el límite. ¿Cuánto sufriría su madre si presenciara el matrimonio de su hija de esta manera?
—Señor Hugo, quisiera ver al dueño del broche—, insistió Juan.
—No iré, —respondió Aurora.
Si fuera, solo facilitaría que él la lastimara más.
Ella ya no era la Aurora de antes, quien acudía al llamado y se retiraba al gesto, esperando ansiosa que él la mirara.
—Deberías regresar, —dijo ella con frialdad.
—¿No deberíamos tratar las cosas por separado, acaso?
Aurora se enfureció. —¿Cuándo has tratado las cosas por separado? ¿No eres tú el que rompe las promesas? ¿No podrías mostrar un poco de vergüenza? Quieres complacer a todos, ¿y qué hay de mí?
—¿A qué te refieres? ¿Estás insinuando que no hemos hablado de divorciarnos? Esto fue un accidente, tú un accidente,
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