Capítulo 38
Sergio se apoyaba en la puerta del auto y, al verme llegar, enderezó lentamente su espalda encorvada.
—Ayer descubrí algo interesante y no podía esperar para compartirlo contigo, sube al auto.
—Pero tengo que ir a trabajar...
Sergio, sin mostrar sorpresa, respondió: —Dime la dirección, te llevo.
Como también tenía algo que preguntarle, le di la dirección sin más preámbulos y subí al auto.
El auto se desplazaba por la carretera hacia el centro de la ciudad.
Era un dorado octubre, con cielo azul y nubes blancas, y el fresco aire matutino se sentía cálido bajo los rayos del sol.
—Pareces tener algo que preguntarme —Mientras conducía, Sergio me lanzó una mirada medio sonriente.— Vamos, ¿qué quieres saber?
No pude evitar admirarle internamente; en cuanto a interpretar a las personas, Sergio era realmente hábil.
Le relaté apresuradamente el incidente de ayer, cuando originalmente había acordado acompañarme al Registro Civil para tramitar el divorcio y luego cambió de opinión a mitad de camin

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