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Capítulo 6

La excusa para rechazar seguía siendo muy familiar para Leticia, pero esta vez, ella no estaba dispuesta a rendirse. Fue solo cuando ella insistió y Vicente, ya fastidiado, finalmente cedió. Como no era fin de semana, las calles estaban despejadas, y en poco tiempo llegaron al parque de diversiones. Después de comprar las entradas y apenas poner un pie dentro, se encontraron con un grupo de personas bastante familiares. Eran Pedro y los amigos de Leticia. Al frente iba Oscar Rodríguez, quien, al verla, no pudo contener su entusiasmo. Caminó rápidamente hacia ella, la saludó efusivamente y, sin dudarlo, la tomó del brazo para llevarla hacia el grupo. —¡Qué coincidencia, Leti! Ya que nos encontramos, ¿por qué no nos juntamos para divertirnos? Entre más, mejor, ¿no? Vicente se quedó rezagado, caminando detrás del grupo. Su actitud distante resaltaba entre la algarabía de los demás. Aunque escuchó claramente lo que dijo Oscar, no reaccionó de ninguna manera. Fue Leticia quien, instintivamente, se giró para verlo. El grupo, al notar su presencia, apenas mostró una disculpa superficial y no parecía dispuesto a dejar a Leticia libre. Su lenguaje corporal decía claramente: Si no te gusta, puedes irte. Vicente captó el mensaje, pero lejos de molestarse, simplemente sonrió, —Está bien por mí. Después de todo, no había sido idea suya ir al parque. Con su aprobación, Leticia respiró aliviada y aceptó la propuesta del grupo. Deambulaban sin rumbo fijo, probando todo lo que les parecía interesante. Tanto los juegos tranquilos como los más emocionantes. Durante todo ese tiempo, Pedro se mantuvo cerca de Leticia, casi como si su misión fuera protegerla. Para cualquiera que los viera de afuera, era fácil asumir que ellos eran pareja. Mientras tanto, el verdadero novio, Vicente, seguía detrás del grupo, sin intervenir ni una sola vez. Cuando llegaron al juego de Rápidos Acuáticos, Pedro se emocionó de inmediato. —¡Leti, vamos a subirnos a ese! ¿Sí? La propuesta de Pedro no encontró oposición entre los demás. Todos dirigieron sus miradas hacia Vicente y Leticia, esperando sus reacciones. Vicente, como era de esperarse, no expresó opinión alguna. Los juegos emocionantes no le asustaban, los tranquilos tampoco le aburrían; simplemente todo le era indiferente. Leticia, por su parte, negó con la cabeza, —Vayan ustedes, yo no disfruto estos juegos. Prefiero no subir. No había terminado de hablar cuando Pedro, con un movimiento ágil, tiró de la manga de su camisa y comenzó a balancearse como un niño caprichoso, —¡Leti, vamos juntos! Si no estás, me voy a dar miedo… Con esa expresión de falsa inocencia y ojos suplicantes, Leticia no encontró forma de rechazarlo. Terminó aceptando, aunque inmediatamente giró la cabeza hacia Vicente, casi buscando su reacción. Sin embargo, él permanecía tan tranquilo como siempre, con el rostro inmutable, como si nada le importara. Esa calma perturbadora hizo que el corazón de Leticia se inquietara. Pero Vicente ya había empezado a caminar hacia el puesto donde vendían impermeables. Al cabo de un momento regresó con las manos vacías y les informó, —Pregunté al empleado y ya no quedan impermeables. Ante sus palabras, Leticia volvió a titubear. Pedro, notando su indecisión, se apresuró a persuadirla, —No pasa nada si nos mojamos. Luego nos secamos con una toalla y listo. ¡De verdad quiero mucho subir, Leti! Finalmente, Leticia cedió una vez más. El grupo subió a la pequeña embarcación del Rápidos Acuáticos. Después de asegurarse de que todos llevaran puestas las medidas de seguridad, el bote empezó a ascender lentamente hasta alcanzar la cima, para luego descender a gran velocidad bajo el impulso de la gravedad. El impacto generó un torrente de agua que cayó sobre todos como una lluvia torrencial. En el instante en que el agua comenzó a salpicar, Leticia reaccionó instintivamente. Abrió su chaqueta y abrazó firmemente a Pedro, protegiéndolo de la peor parte de la ráfaga. Cuando el recorrido terminó y bajaron de la atracción, todos estaban empapados… excepto Pedro, que permanecía completamente seco, gracias a Leticia. Cuando Leticia vio a Vicente completamente empapado, la culpa la golpeó de lleno. Durante todo el recorrido había estado ocupada protegiendo a Pedro, olvidándose por completo de él. Con una mirada cargada de disculpas, trató de enmendar su descuido. Pero Vicente, como siempre, parecía impasible y hasta le ofreció una justificación. —No pasa nada. Estabas más cerca de él, cuidarlo era lo lógico. Su tono calmado y despreocupado no hizo más que acentuar el remordimiento de Leticia. Mientras él iba a la tienda cercana a comprar una toalla, comenzó a secarse pacientemente la ropa y el cabello mojados. El siguiente destino fue decidido nuevamente por Pedro, quien sugirió dirigirse hacia la atracción de Escape de la Mansión Embrujada. Pronto, bajo la guía del encargado, todo el grupo entró al lugar. Eligieron un escenario de temática de terror, porque Pedro, aunque asustadizo, insistía en probarlo. Una vez dentro, se mantuvo pegado a Leticia como si su vida dependiera de ello. Vicente observaba en silencio todos los movimientos. Cada grito de Pedro cuando algo lo asustaba, y cómo Leticia, con paciencia infinita, lo protegía colocándolo detrás de ella y tranquilizándolo. —No te preocupes, todo es falso. El desafío no era complicado, pero el ambiente tenso y las distracciones del grupo alargaron el recorrido. Llegar a la última etapa les tomó casi dos horas. El último desafío no requería resolver acertijos, sino interpretar un guion. Según las instrucciones, un hombre y una mujer debían asumir los roles de novio y novia para completar una ceremonia ficticia y, finalmente, ver un video de recuerdos del NPC para terminar el juego. Lo lógico habría sido que Vicente y Leticia, la única pareja del grupo, asumieran los roles. Sin embargo, en ese momento, Oscar intervino con una sonrisa maliciosa. —Escuché que a Chente no le gustan los fantasmas. ¿Qué tal si dejamos que Perico y Leti sean la pareja?

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