Capítulo 18
Sus palabras eran sinceras; si no fuera porque Vicente había vivido personalmente esa etapa oscura, tal vez habría considerado perdonarla.
Pero ahora, con una mirada fría y despectiva, respondió sin piedad.
—No puedo.
—Dices que después descubriste que lo que sentías por Pedro solo era una obsesión. ¿Quién me asegura que mañana no dirás lo mismo de mí? Una persona que no puede entender su propio corazón, ¿cómo puede esperar que alguien confíe en sus promesas?
Cada palabra de Vicente era como una daga que perforaba el corazón de Leticia, dejándola cada vez más helada, hasta que solo pudo articular un débil intento de defensa.
—Chente, te lo juro, no te estoy mintiendo. De verdad, en el tiempo que estuviste lejos, cada día fue un infierno para mí. Chente, no puedo vivir sin ti…
A lo lejos, Belén, atrapada en una conversación tediosa, notó lo que estaba ocurriendo. Con una disculpa apresurada, interrumpió a su interlocutor, —Perdón, tengo algo que atender. Será en otra ocasión.
Los presen
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