Capítulo 64 Pensando en él
Martín observaba las pálidas mejillas de Angélica, que se teñían de un ardiente rojo.
Incluso los finos vellos parecían adoptar un tinte rosado, y sus pestañas largas y caídas temblaban como alas de mariposa.
El aroma único de su cuerpo, fresco y ligeramente dulce, inundaba su nariz.
El deseo crecía dentro de él, pero se contenía.
—¿No fui yo quien llamó a Daniel para que cuidara de ti?
—No, no fuiste tú.
Angélica sostenía una expresión resuelta.
—Si no fui yo, ¿entonces quién? ¿Daniel aparecería de repente así como así?— Martín se enderezó, su sonrisa amplia y algo autodespreciativa.
Angélica ya no esquivaba su mirada, sino que se giraba para enfrentarlo directamente.
Sus ojos brillaban con una firme convicción, como estrellas resueltas:
—Si hubieras sido tú, lo habrías llamado de inmediato, no después de que todo hubiese pasado. Él apareció de repente, ¿cierto?
Ese día al despertar, vio las medicinas en la mesa, meticulosamente organizadas por función y orden de administración.
Danie
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