Capítulo 40 Secretos antiguos
Pronto, todos entendieron qué pasaba.
—¡¿Quién te trajo aquí?!
Con mucha gente alrededor, don Tomás, furioso, gritó, —¡Vuelve de inmediato!
Los ojos de Noelia se habían enrojecido de ira y gritó, —¡¿Por qué debería dártelo?! ¡Son las cenizas de mi madre!
Don Tomás la miró fijamente, su mirada penetrante como un cuchillo. —Noelia, entiende la situación.
Solo cuando ella tuviera un hijo, las cenizas podrían regresar a su verdadero dueño.
Noelia se estremeció, y de repente se dio cuenta de algo. En un frenesí, abrió la urna para encontrarla llena de arena y piedras.
¡No eran cenizas lo que había dentro!
Noelia se sintió aturdida y, desesperada, exclamó, —¿Dónde escondiste a mi madre? ¡Devuélvemela!
Intentó lanzarse hacia don Tomás para exigir una explicación, pero Martín se adelantó y la atrapó en sus brazos.
—¡Cálmate!
Él la consoló, preocupado, —Tranquila, cuando la ceremonia termine, el bisabuelo te lo dará.
Noelia, con los ojos rojos, lo empujó y apuntó a don To
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