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Capítulo 224

El hombre le acomodó el cabello desordenado y le dijo en tono relajado: “Te diré un atajo”. Sabrina dijo: “¿Qué...? ¿Qué atajo?”. “Si me sirves bien, quizás solo yo pueda ayudarte a saldar la deuda que tienes conmigo”. Sabrina se quedó sin palabras. Antes de recuperar el sentido común, vio que el hombre levantaba la mano para apagar la luz de la pared. A continuación, el hombre volvió a rodearla con su brazo y le dijo de manera tranquila: “¡Duerme!”. Sabrina no tuvo más remedio que recostarse con cuidado sobre su pecho, pero dudaba en quedarse dormida. Quería levantarse para ver cómo dormía su hija Aino, pero antes de que pudiera hacerlo, el hombre levantó la pierna, limitando su movilidad. Ella solo podía acurrucarse en sus brazos, sin atreverse a respirar demasiado fuerte. Sabrina solo podía rezar ahora para poder oír cuando su hija despertara y llorara por no ver a su madre. Quizás porque estaba demasiado agotada, quizás porque extrañaba a su hija, pero Sabrina ni siquiera

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