En la sala VIP del Hospital de Salud Materno Infantil.
Hansen se sentó al lado de Jenna y sostuvo su mano con fuerza. Su mirada permaneció clavada en ella. No se movió en absoluto y permaneció en la misma posición a pesar de que estaba empapado en sudor.
El médico examinó a Jenna y le insertó un tubo, pero no dio ninguna respuesta.
Sus manos estaban tan frías como el hielo y su cara estaba tan pálida. Permaneció inconsciente aunque el médico ya le había infundido múltiples botellas de líquidos intravenosos.
Los ojos de Hansen estaban fijos en ella.
Finalmente entendió por qué ella actuó de manera extraña.
No es de extrañar que siguiera vomitando y anhelando pepinillos. No es de extrañar que estuviera fatigada todo el tiempo y solo quisiera dormir. Con razón ella no quería tener sexo con él. ¡Ella estaba embarazada!
¡Parecía que sabía que estaba embarazada hace mucho tiempo!
Sin embargo, ¿por qué se lo mantuvo en secreto?
Siempre quiso tener un hijo con ella.
Se reprendió a sí mismo por