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Capítulo 8

Cipriano observó el barril que expulsaba ese espeso humo negro, pensando que quizás ella no estaba del todo bien: —Pues con tirarlo hubiera sido suficiente. Viviana respondió: —Quemarlo lo hacía más limpio. Cipriano sorprendido hizo mala cara. Viviana y Cipriano se quedaron de pie en el patio sin hablar, mientras la última luz del día era devorada por la oscuridad. El viernes por la mañana, el taller de reparación de autos llamó, señora su auto está listo. Viviana recogió su auto y, pensó en llamar a Enrique, recordó en ese momento el asunto del traje. Había prometido enviarlo limpio... Después de pensarlo dos veces, llamó y primero informó que el auto ya se encontraba reparado, luego envió la factura y los costos de reparación, y al final, se atrevió a preguntar: ¿Cuánto mide de alto, cuánto pesa y cuáles eran las medidas de su jefe? Preguntó detalladamente porque los trajes son a conjunto, y comprar uno que no combinara con su pantalón sería algo inapropiado. Fue un préstamo amable y no quería causarle problemas, así que consideró comprar también un pantalón de traje. Enrique no le respondió. Viviana esperó un rato sin recibir respuesta. Quizás... él tampoco lo sabía, ¿debería acaso preguntar al regreso? No lo piense tanto. Al llegar al siguiente cruce, recibió una llamada del director financiero, quien deseaba verificar unos datos con ella. La herida en su frente también estaba ya casi sanada y no era muy evidente, así que decidió cambiar de dirección hacia la empresa. Después de tantos días de ausencia, al aparecer en el departamento de proyectos, todos sus subordinados llegaron a consolarla. No les había dicho aún sobre su renuncia, se sentía algo mal, al irse, tendrían que acostumbrarse a un nuevo jefe. Viviana visitó al director financiero, y al regresar, se quedó en su oficina trabajando en tareas que tenía pendientes hasta la tarde, cuando finalmente tuvo algún tiempito para redactar su carta de renuncia, planeó entregarla a Cipriano antes de irse a casa. Sin embargo, antes de terminar el día, al ir a llenar su vaso con agua, escucho algo que le daño el día. —El departamento de secretaría reportó que el día de hoy la señorita Susana del Grupo Vanguardia, comenzó a trabajar en nuestra empresa, el jefe Cipriano la asignó a su oficina personal. —¿Acaso entonces las familias Guzmán y Herrera planeaban un matrimonio? —¿Olvidaste por un momento que Viviana es la novia del jefe Cipriano? Si esos dos se casan, ¿qué será de ella? ... Los colegas intercambiaron miradas y suspiros, comentando en voz baja sobre lo desvergonzada que en realidad era Susana, lo desafortunada que era la gerente Viviana, y lo mala leche que era el tal Cipriano. Viviana escuchó todo en absoluto silencio desde afuera. Finalmente, con su vaso vacío, regresó a paso lento a su oficina, se sintió aturdida por un momento, tomó enseguida la carta de renuncia impresa y subió a entregarla. Renunciar cuanto antes, era lo mejor. Llegó al piso superior. Antes de llegar a la oficina del presidente, Rafael corrió desesperado hacia ella, visiblemente nervioso, —gerente Viviana espere, el gerente Cipriano está en una importante reunión, ahora no es un buen momento. Viviana entendió enseguida, giró como si fuera a irse, pero cuando Rafael se relajó un poco, ella dio un giro rápido y elegante hacia la puerta. Agarró con fuerza el cerrojo, lo giró y empujó con fuerza. A veces, Viviana se irritaba consigo misma. Alguien a quien ella había decidido dejar, ¿qué derecho tenía ella de enojarse con él, y por qué buscar pasar un mal rato una vez más? Pero a fin de cuentas, somos esclavos de nuestras emociones, a veces simplemente no podemos evitarlo. —¡Ah! Un grito resonó en la oficina. Susana, solo cubierta con una toalla, estaba montada en la espalda de Cipriano, y el estruendo al abrir la puerta realmente la asustó. La sonrisa en Cipriano se congeló. Rafael parecía estar a punto de que la tierra se lo tragase, cubriéndose los ojos sin atreverse a mirar: —Gerente Viviana... mire jefe, es que la señorita Susana estaba moviendo unos documentos y sudó, ella... Solo se estaba bañando, temía que la malinterpretaras, por eso... Viviana fulminó con la mirada a Rafael, entre una mezcla de compasión y resignación dijo: —Asistente Rafael, fuiste un excelente estudiante de una universidad prestigiosa, pero casi te convertiste en alguien que no hacía nada de importancia. Después de decir esto, retiró su mirada y caminó hacia el interior. —Viviana, ¿dime qué insinuaste con eso? ¡Solo eres una gerente y cómo te atreviste a irrumpir en la oficina del presidente, mañana no necesitas venir, estás despedida! — Susana se levantó furiosa y gritó. Viviana llegó al escritorio, dejó la carta de renuncia, habla como si nada, —ya te había mencionado lo de mi renuncia, tengo mucho que preparar para el viaje, así que no vendré a la empresa desde mañana. Por supuesto, volveré para completar la transición de mis responsabilidades. Cipriano no se atrevió a mirarla a los ojos: —Como desees. Viviana contestó: —Bien. Ella miró a Susana y luego volteó la vista hacia a Cipriano: —Entonces, ustedes continúen... ¿con la reunión? Retirando su mirada sarcástica, giró y se marchó. No había dado muchos pasos cuando detrás de ella, Susana gritó agudamente, —no es asunto tuyo si continuamos o no, Viviana, ¿qué te crees? Cipriano ya no te ama, ahora me ama a mí, muchas noches nosotros... Cipriano la interrumpió furioso: —¡No sigas! Viviana respiró hondo. Enderezó la espalda y se giró de inmediato:—Déjala hablar, así puedo escuchar hasta qué punto puede llegar la falta de vergüenza de la señorita de la familia Herrera. —Levantó la mirada hacia Susana: —Amada o no, sigues siendo la otra, así que si pude abrir esta puerta, eso demuestra que puedo asegurarme de que ustedes nunca se libraran de la vergüenza de ser la mala mujer de un hombre malo, ¿lo entiendes? —¡Cómo te atreviste a llamarme despreciable! Susana, furiosa, se abalanzó hacia Viviana. Viviana no dudó en darle una bofetada, y al ver que Susana intentó contraatacar, le arrancó la toalla de su cuerpo y empujó su cabeza hacia el suelo. Su mano aún no había caído cuando de repente una fuerza la jaló hacia atrás. No logró mantener el equilibrio y retrocedió rápidamente, golpeándose fuertemente la espalda contra la esquina del escritorio, el dolor la hacía sudar y quitarle el aliento.

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