Capítulo 44
Un brazo extendido detuvo el cuerpo que caía.
—Sofía, sé que no estás borracha, ¡deja de fingir!
La paciencia de David se agotaba por completo.
Sofía abrió los ojos, su mirada era clara y llena de reproche: —¿Por qué tienes que ser así?
David respondió: —Eso debería decirlo yo. ¡O te sientas bien o te echo del auto!
Su tono era helado, con una autoridad intimidante y calculadora.
Estaba realmente furioso.
El conductor al frente ni siquiera se atrevía a respirar.
Viviana no pudo evitar echar un vistazo furtivo por el espejo retrovisor.
Solo vio a Sofía, con los ojos brumosos y grandes, luchando por contener las lágrimas.
—¡Detén de inmediato el auto!
Ella gritó de repente.
El conductor, por supuesto, no se detuvo; solo obedecía órdenes de David.
Viviana, temiendo que Sofía hiciera algo impulsivo como lanzarse del auto, pidió enseguida que se bloquearan las puertas.
Como era de esperarse, al instante, Sofía intentó abrir la puerta, pero por suerte ya estaba asegurada.
A pesar del intento

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