Capítulo 30
David giró la cabeza y bajó instintivo la mirada con un tono humilde y suave al preguntarle a Viviana: —Escuché por ahí que alguien cuestionaba tu honor, y sin tu permiso hablé más de la cuenta. Espero no haberte causado problemas.
Viviana, conteniendo su asombro, le respondió: —Es a mí a quien el gerente David ha salvado.
—¿Necesitas que aclare algo más por ti?
—Gracias.
Ella contuvo un suspiro profundo.
Él había venido; rechazarlo sería no apreciar su noble gesto.
Las damas presentes casi se sentían atraídas hacia él, con ese aspecto, esa caballerosidad y elegancia, ese modo suyo de preguntar con la mirada baja era simplemente encantador y sublime.
David se volteó hacia la multitud y declaró con firmeza: —Anoche, fui yo quien salvó a la señorita Viviana.
—Estaba en ese hotel negociando con un cliente y, al irme, me encontré en el pasillo con la señorita Viviana, que parecía estar desorientada. Al ver que las personas que la ayudaban tenían un aspecto bastante sospechoso, pedí al hote

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