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Capítulo 16

Viviana terminó de comer y se recostó en el sofá. Borró y volvió a escribir varias veces la ventana de chat con Enrique, pero finalmente desistió de hacerlo. ¿Qué quería decir David al final? ¿Le dio su talla y ahora ya no quería el traje? ¡Está jugando conmigo! Ella no lograba descifrar las intenciones implícitas de aquel gran personaje, ni quería hacerlo. Aparte de ese traje inconcluso, sus vidas quizás no volverían a cruzarse. Se escucharon pasos apresurados fuera de la sala. Viviana cerró la ventana del chat y bajó las piernas que tenía flexionadas. —¿A te llevaste tu ropa, tus zapatos, tus bolsos y todas tus joyas? —preguntó Cipriano con ferocidad tan pronto entró. ... A Viviana le dio un vuelco el corazón. ¿Lo descubrió? No, ¿qué demonios le pasaba hoy a este idiota? ¿Regresó a comer sin avisar y encima de todo subió a revisar el vestidor? —Llevé la ropa y los zapatos a la tintorería, y envié los bolsos y las joyas a mantenimiento. —Aunque por dentro estaba conmocionada, por fuera se mostró tranquila y con un aire de desconcierto total. —¿Te llevaste todo eso? —Sí, ¿no puedo o qué? Como no tengo nada que hacer, me puse a ordenar la casa. Ya ni recordaba cuáles prendas y zapatos del armario había usado y cuáles no, así que decidí llevarlo todo a la tintorería para limpiarlo de una vez. Lo mismo hice con los bolsos y las joyas: después de mucho uso, los diamantes perdieron su brillo y los bordes de los bolsos se desgastaron muchísimo, así que aproveché para llevarlos a reparar y darles un buen mantenimiento. Lo que ella dijo parecía ser algo bastante razonable. Tampoco parecía tener necesidad de engañarlo. Cipriano lo encontró algo extraño, pero al escuchar su clara explicación, terminó creyéndole. Durante este tiempo, ella de verdad había estado todo el día en casa sin hacer nada. Al recordarlo con detenimiento, cada vez que él regresaba, la veía subiendo y bajando mientras ordenaba. —No hace falta que te afanes tanto. Vas a estar sola estos días en casa; por lo tanto puedes organizar todo con tiempo. —Es que me voy de viaje, me iré en unos días y antes de irme quiero dejar todo limpio. No había nada de malo en esas palabras, pero Cipriano se sintió incómodo al oírlas. Al ver la bolsa azul marino sobre el sofá, se inclinó para tomarla: —¿Esto es para mí...? —No... Viviana lo detuvo de forma abrupta casi por reflejo, alzando un poco la voz y se inclinó para impedir que la tocara. Ambos se quedaron inmóviles antes de terminar sus frases. La expresión de Cipriano era tan mordaz que daba miedo. Viviana reaccionó a tiempo y añadió apresurada: —Es para mi papá. ... Cipriano mostró una decepción evidente: —Si es para tu papá, ¿no pensaste en comprarle uno también a tu esposo? Viviana respondió con otra pregunta indiscreta: —¿Te falta acaso un traje? Ja, ja, ja… tal vez él tenía más trajes en la casa de Susana que aquí. Cipriano se quedó sin palabras.

 Viviana no le hizo caso al comentario. Tomó el traje sobre el sofá, se puso las pantuflas, salió de la sala y corrió escaleras arriba. Se escondió enseguida en su estudio y, al cabo de un instante, escucho el sonido del auto alejándose. Soltó un suspiro de alivio. ... Al día siguiente era domingo, y el clima estaba perfecto. Ella visitó temprano la preparatoria donde habían estudiado Cipriano y ella. Ese día los estudiantes no tenían clases, pero de camino se podía ver a uno que otro chico por ahí deambulando con uniforme escolar. Caminó sin prisa alguna, contemplando los recuerdos de ella y Cipriano en su época de secundaria: las aulas donde se sentaron juntos, la vereda arbolada que recorrieron juntos, la pista del campo deportivo por la que corrieron tantas veces juntos... Finalmente, llegó a un bosque de bambú junto al lago artificial y, en un rincón oculto, desenterró cuidadosa la caja que habían enterrado juntos. Eso sucedió la víspera de los exámenes de admisión. Una noche, después de las clases de estudio, Cipriano la arrastró cariñoso hasta allí. Estaba todo oscuro alrededor, y usaron el celular para iluminar mientras escribían sobre un papel apoyado en sus rodillas. Él dijo que veinte años después la desenterrarían juntos para leerla. La tenue luz iluminó sus ojos, más brillantes que las estrellas. Viviana esbozó una sonrisa de alivio y sacó su propia cápsula de la caja. Adiós, Cipriano. ... Al mismo tiempo, Cipriano estaba en la oficina del gerente del departamento de proyectos. Las persianas estaban cerradas y la puerta también. Todos en el departamento murmuraban en voz baja con disgusto. Cipriano estaba malhumorado mientras revisaba atento el informe del proyecto que Susana había preparado. A Susana no le importaba su estado de ánimo; estaba recostada tranquila sobre su hombro, mientras su mano lo provocaba una y otra vez sin cesar, tentando su deseo. Aunque Susana no era tan hermosa como Viviana, sí era lo suficientemente atrevida, desinhibida y salvaje como para complacerlo en cualquier momento. No solo lo había perseguido de manera tan abierta, también lo seducía con descaro, y su insistencia era tal que pocos hombres podían resistirse. Para un hombre, el corazón y el cuerpo podían funcionar a la perfección por separado. —Cipriano, ¿no te gustaría hacerlo aquí mismo...? —¡No molestes! Cipriano no estaba en ese momento para eso. Le apartó la mano con brusquedad y arrojó el informe sobre el escritorio: —¿Este es el bendito proyecto que, según tú, hiciste tras desvelarte siete u ocho noches? Sabía que ella no estaba al nivel de Viviana, pero jamás imaginó que fuera en realidad tan incompetente. ¡Era una completa basura! ¡Un verdadero disparate! Cipriano se frotó la frente frustrado. No pudo evitar añorar los días en que Viviana dirigía el departamento de proyectos, cuando él, brindándole apoyo extra, la hacía brillar aún más. Susana, luego de ser reprendida, hizo un puchero con un gesto de indignación. En ese momento, sonó el celular de Cipriano. Miró la pantalla y enseguida se levantó para contestar junto a la ventana: —Habla de una buena vez. —La señorita Viviana volvió a salir hoy. Fue a una preparatoria, estuvo ahí bastante rato, y luego se dirigió a una parcelación que se llama Villas Lago Azul. Es una zona costosa, con demasiada seguridad. Si no eres residente, no puedes entrar. El vigilante asignado a Viviana le informó absolutamente todo con detalle. Cuanto más escuchaba Cipriano, más raro le parecía todo esto. ¿Qué preparatoria, qué parcelas...? De pronto, su mirada se tornó oscura: —¿Dijiste que los no residentes no pueden entrar? ¿Y si alguien que conoce vive ahí? —Si el residente lo autoriza con anticipación, sí puede entrar. —Envíame la dirección de las parcelas. Tú sigue mejor vigilándola de cerca. —Entendido. Cipriano colgó irritado. Por un lado, su amante había hecho un desastre total con el proyecto. Por el otro, su esposa actuaba de forma cada vez más extraña. Se dio la vuelta, y en algún momento Susana se le había acercado también. Lo abrazó por la cintura y se le pegó como una intensa garrapata: —¡Bah! ¿Y tú por qué te preocupas por ella? Si ya ni la quieres. Cipriano contuvo el asco que sentía. Separó su cuerpo pegajoso con fuerza, sujetándola por los hombros con el rostro severo: —El proyecto se hace de nuevo. Hazlo bien. Si no sabes, puedes pedir ayuda al líder de grupo del departamento. Dicho esto, se marchó enfurecido. Susana, furiosa, comenzó a arrojar todo lo que tenía a mano en la oficina. ¿Pedir ayuda? ¿Se atrevió a decir que pidiera ayuda? ¡Y justo a esos miserables tipos de afuera! ¡Esos inferiores no son dignos de enseñarle nada a ella! Espera... Los líderes de grupo del departamento de proyectos solían ser todos gente de la miserable de Viviana. ¿Eso significaba que Cipriano quería que ella fuera a pedirle cacao a los subordinados de Viviana? En ese entonces, con solo una llamada interna, había hecho que los tres jefes de grupo vinieran a su oficina, donde los insultó sin piedad alguna. Josefina, la líder del primer grupo, no aguantó sus insultos y le respondió con una sola frase... Y ella le dio una bofetada. Los otros dos jefes también estaban furiosos, pero no se atrevieron a decir nada al respecto. ¿Esa mujer era una señorita de familia adinerada? ¡Parecía más bien una perra rabiosa y desenfrenada! ... Viviana colocó la cápsula del tiempo en uno de los estantes de su nueva casa. No había necesidad alguna de tirarla ni de quemarla. No era algo que hablara solo de Cipriano; su vida no giraba únicamente en torno a él. De repente sonó el celular. Al ver quién era, ¿Cipriano? ¿Será que él también había sentido que su matrimonio estaba "llegando a su fin", y por eso quería una especie de "resurgimiento momentáneo"? Viviana no contestó ni colgó, solo lo dejó sonar. Al poco rato, dejó de sonar y llegó un mensaje. Despreocupado, lo abrió. Al ver el contenido, no era de Cipriano, era una respuesta de Enrique. ¿El señor David finalmente había dado nuevas instrucciones?

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