“¡¿Acaso esta es tu forma de vengarte de mí por haber sido necia y haberme quedado con mi hijo?! ¡Él está muerto! ¡¿Acaso no estás satisfecho con eso?! ¡Estuve en la cárcel por un año! ¡He perdido todo lo que alguna vez tuve! Todo… Dios… ¿Qué necesitas para estar satisfecho? ¿Para dejarme ir?”.
“Estoy arrepentida de haber tomado… el tóxico rol de ser la falsa señora Brighthall, y ya no quiero seguir con esto… Déjame ir, te lo ruego… Ya no quiero esto. Ya no quiero seguir siendo la señora Brighthall…”.
Tras decir esto, ella se desmayó.
Brendan la liberó. Su pecho estaba adolorido; era un dolor tan fuerte que no era capaz de soportarlo. Le presionaba los pulmones y no lo dejaba respirar en absoluto.
¿Qué estaba pasando?
Él siempre se había visto a sí mismo como un übermensch; imparable y casi omnipotente. Y sin embargo no podía responder a esta simple pregunta. Su mente estaba asediada por frustración pura. Se asomó al balcón y empezó a vaciar su paquete de tabaco. Era como si inte