Sam recogió la carta del suelo y al ver el nombre del escritor firmado en la parte inferior le hizo dejar de respirar.
La carta parecía antigua y no de una manera falsa. Realmente era la carta que dejó Ophelia cuando aún estaba viva.
Él miró a Deirdre, que estaba parada frente a él. La mujer dejó de moverse tan pronto como el agente de policía se marchó y ahora estaba colgando de la puerta como antes sin moverse. La chaqueta ya se había caído al suelo durante el forcejeo y la espalda de su figura lucía demacrada. Verla hizo que la lástima llenara su corazón.
“La Señorita McKinnon…”. Sam se sintió profundamente inquieto y habló en una manera exploratoria.
Deirdre se deslizó abruptamente en la puerta, sus ojos desenfocados enrojecidos. Sacudió la cabeza desesperadamente y cantó: “Es falso… ¡Debe ser falso! Obviamente mi madre todavía está viva y bien. Escuché el clip de voz de ella diciendo que me extrañaba. ¿Cómo es posible que alguien como ella se haya suicidado hace un año? ¡Esto