“¿Por qué la invitaríamos a la fiesta?”. Brendan estaba disgustado. “Eres demasiado amable. Merece lástima porque solo tiene que agradecerse a ella misma. Además, tu fiesta de cumpleaños es muy importante. ¿Quién va a pasar un buen rato en tu fiesta cuando la presencia de ella arruine toda la diversión?”.
“Pero... ¿No se aburrirá la Señorita McKinnon sola en casa?”. Dijo en un tono compasivo: “Creo que la Señorita McKinnon no arruinará la diversión”.
“Sin embargo, ¿merece que la inviten a tu fiesta de cumpleaños?”. Los ojos oscuros de Brendan estaban teñidos de frialdad mientras sus ojos estaban fijos en el rostro de Deirdre. “Habla por ti misma. ¿Mereces asistir a un evento tan grandioso?”.
El corazón de Deirdre estaba acelerado. Este fue el golpe más letal de Brendan. No era suficiente con haberla humillado. Ahora la estaba obligando a reconocer el insulto.
Deirdre creía que Charlene debía estar sonriendo de satisfacción en ese mismo momento. Respiró hondo, reprimió su voz temblo