Capítulo 74
Pablo golpeaba una y otra vez con un palo.
Gabriela abrazaba a Federico, protegiéndolo de los golpes.
—¡Gabriela, apártate!— Federico lamentaba haberla involucrado.
—¡No lo haré!
Gabriela, con terquedad, lo defendía aún más.
—Señor Federico, somos esposos. Has hecho tanto por mí; quiero retribuirte, hacerte feliz.
Gabriela apretaba los dientes, con los ojos rojos de emoción.
Pensaba que él era ingenuo, que existían métodos más crueles y viles sin necesidad de sufrir así.
Pero había elegido separarse de la familia Herrera con honor.
Aunque sabía que ese era su plan, le dolía profundamente.
Federico extendía su mano, acogiéndola en sus brazos, bloqueando los golpes de Pablo como si fueran una lluvia implacable.
—¡Federico!— Jadeaba el señor Pablo. —Si admites tu error, podría reconsiderar mis palabras.
Los dedos de Federico estaban pálidos y crispados. —La familia me ha herido, me ha traicionado; incluso usted es cómplice. ¿Qué error debería admitir?
—¡No te arrepientas nunca!
Aquellos p
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