Capítulo 37
Ella dejó sus cosas y regresó a la habitación para darse una rápida ducha y cambiarse a ropa limpia. Finalmente, tocó a la puerta de Federico.
—Adelante.
—Señor Federico, he venido para aplicarle la acupuntura. —Dijo ella con la voz ronca y mostrando evidente cansancio.
Federico mantuvo su mirada fija en ella mientras realizaba la acupuntura en sus piernas, como era habitual. Sus manos, blancas y bonitas, estaban secas y enrojecidas, lo que era notoriamente visible.
Ella parecía una planta marchita por la escarcha, completamente desanimada.
—En media hora retiraré las agujas.
Gabriela guardó su caja de medicinas y se sentó a esperar.
Federico, sin decir palabra, observó cómo Gabriela iba cerrando los ojos poco a poco, hasta quedarse dormida apoyada en la mecedora. Sacó una crema para manos del cajón y se acercó en su silla de ruedas.
Colocó la crema fría en la palma de su mano y comenzó a envolver y masajear suavemente las manos de ella.
Pensaba en lo mal que debía estarla pasando en e
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