Capítulo 2
Laura cerró la puerta y se colocó los tapones para los oídos, decidida a ignorar el bullicio exterior.
Ahora que había decidido regresar y casarse, necesitaba renunciar a su trabajo aquí, pero quería terminar sus tareas pendientes para no causar inconvenientes a los demás.
Se sentó frente a la ventana de suelo a techo, dedicándose a su trabajo en soledad.
El sol se ponía afuera, y el cielo oscurecía gradualmente.
Después de un rato, Laura se quitó los tapones y se levantó para estirarse, habiendo finalizado su trabajo tras un gran esfuerzo.
Abajo ya reinaba el silencio.
Instintivamente, encendió su móvil para relajarse un momento.
Fue entonces cuando apareció un mensaje de Sonia. Sin pensarlo, Laura lo abrió.
[¿Por qué no le das me gusta a mi WhatsApp?]
Un minuto después de enviar eso, Sonia añadió otro mensaje:
[Lo siento, Lala, me equivoqué, no te enojes, ¿vale?]
Curiosa, Laura abrió el WhatsApp de Sonia para ver de qué se trataba.
Lo que vio fueron nueve fotos.
En las imágenes, aparecían los regalos de Víctor y Manuel.
Un exuberante vestido de princesa en tono rosa se extendía como una nube de ese color.
Para combinar con el vestido, Víctor había regalado un par de zapatos de cristal adornados con diamantes, cuyos brillantes reflejos capturaban la luz de manera espectacular.
Y, evidentemente, el coche deportivo rojo había sido un regalo de Manuel.
En la foto central, Sonia estaba entre Víctor y Manuel, con una mano en el brazo de cada uno, sonriendo dulcemente.
El texto que acompañaba decía: [¡Yay, hoy también fui una princesa!]
Laura sabía que Sonia había enviado esas fotos a propósito, solo para provocarla.
En el pasado, no hubiera tolerado esta actitud ni el hecho de que Víctor y Manuel, quienes siempre habían sido solo para ella, ahora estuvieran con Sonia, a quien apenas conocían desde hace un mes.
Sin embargo, ahora que se iría, esos juegos ya no le importaban.
Indiferente, tocó la pantalla y dejó un corazón en el mensaje.
De ahora en adelante, ella, Víctor y Manuel solo serían amigos, y dejaría que Sonia tomara las decisiones difíciles.
Al día siguiente, Laura fue a la empresa para presentar su renuncia.
Después de regresar a casa, Laura organizó todas las fotografías que había tomado con las otras dos personas.
Se conocían desde hacía más de veinte años y tenían incontables fotos juntos, repartidas en más de una docena de gruesos álbumes.
Al abrirlos, encontró imágenes de cuando Víctor y Manuel jugaban con ella en su infancia; Fotos de los tres obteniendo premios juntos en la secundaria; Imágenes de sus viajes conjuntos durante la universidad...
Laura revisaba una foto tras otra, y esos recuerdos, tan vivos, parecían cobrar vida nuevamente ante sus ojos.
Sin embargo, ahora, todo eso ya no tenía importancia.
Encendió fuego a cada foto, una por una, y las arrojó al basurero, creando una pequeña pila de llamas.
Las llamas devoraban continuamente las imágenes en las fotos, hasta que solo quedaban cenizas.
Víctor y Manuel llegaron uno tras otro, justo a tiempo para presenciar esa escena.
Al darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, Víctor se acercó rápidamente, su voz temblaba ligeramente: —¿Qué estás haciendo?
Laura lo miró de reojo, su tono sereno: —No es nada, las fotos estaban mohosas, así que decidí quemarlas.
Manuel intentó arrebatar las fotos restantes de las manos de Laura, pero ella, a propósito, dejó caer las demás directamente en el fuego.
Las llamas se extendieron rápidamente, sin darles chance de remediarlo.
Manuel aún intentó rescatar algunas fotos que no se habían quemado completamente, pero el calor lo obligó a retirar la mano rápidamente.
—Aunque estuvieran mohosas, no había necesidad de quemarlas, ¡son recuerdos!
Dijo con dolor, los ojos rojos de la urgencia.
Víctor también miraba el fuego con tristeza, impotente.
Al oír esto, Laura no pudo evitar sonreír irónicamente. Ahí estaba ella, viva, y ellos podían lastimarla una y otra vez por Sonia.
Y ahora, se afligían por unas simples fotos.
Laura se preguntó qué reacción tendrían si supieran que realmente se iría a casar.