Capítulo 70
Me dije a mí mismo que lo consideraría como una ocasión en la que fui amable. Además, Julián me había ayudado hace un tiempo y también necesitaba saber sobre la situación del Grupo Ortega.
Julián me abrazó durante aproximadamente tres o cuatro minutos antes de soltarme.
Mostró una sonrisa, pero sus ojos no reflejaban alegría alguna.
Dijo: —¿Ahora quieres burlarte de mí, verdad?
Me mantuve en silencio, con los labios apretados, mientras él se sentaba en una silla cercana, mirando al suelo y comenzó a hablar con autodesprecio: —Ríete de mí, de verdad soy ridículo.
Julián no debería ser así.
Siempre había sido encantador, apasionado, arrogante y orgulloso, tenía la confianza y los recursos para serlo.
Debería parecerse a un leopardo al acecho en la pradera, no tan desaliñado como ahora.
Bajé la mirada hacia su cabeza inclinada y pregunté: —¿Qué ocurrió?
—¿Quieres escuchar?— Julián levantó la cabeza y me miró fijamente.
Asentí mientras lo observaba.
La noche era larga, y la historia de Jul
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