Capítulo 41
La fina lluvia de repente se convirtió en un torrencial aguacero.
No podía distinguir si eran mis lágrimas o la lluvia; solo sentía que el aire estaba impregnado de un sabor salado.
Él simplemente se marchó en su coche, dejándome sola en el suelo.
La oscuridad y el frío seguían minando mi voluntad, envolviéndome por completo y sumiéndome en una cárcel interminable.
Esa terrible pesadilla casi me desgarra, y cuando desperté en la madrugada con el corazón dolorido, fue para encontrarme de nuevo despierta al llegar la mañana.
Me sequé el sudor de la frente, con la ropa empapada en un frío sudor.
Afortunadamente, todo había terminado, y nunca más sería abandonada de esa manera tan abrupta.
El campus de la Universidad San Fernando a veces parece enorme, y sin intención, probablemente nunca nos hubiéramos reencontrado.
Sin embargo, también puede ser diminuto, y el destino parece empeñado en hacernos cruzar caminos frecuentemente.
He oído que su relación va viento en popa, y yo me siento como
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