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Capítulo3629

Aunque esas palabras las habían dicho Libardo, Canuto seguía sin poder creerlo. ¿Cómo era posible? Ese joven no significaba nada para él; a sus ojos, no era más que un don nadie que solo se destacaba por decir tonterías. Canuto respiró hondo, sintiendo que su ira estaba a punto de desbordarse: —¡Dímelo otra vez! Libardo, resignado, repitió lo mismo que le había contado. Fue entonces cuando Canuto se dio cuenta de que él mismo no estaba alucinando; lo que había oído era real. Apretó los dientes y abrió los ojos de par en par. Una rabia incontrolable lo invadió, recorriendo su cuerpo como si se estuviera quemando por dentro. Ese joven, que no tenía idea de su origen, le había causado problemas una y otra vez. Y lo peor era que esos problemas no hacían más que crecer. Canuto pensó que deshacerse de él sería fácil, ¡pero jamás se imaginó que la fuerza del mocoso superaría incluso la de Libardo! Libardo frunció el ceño y le sujetó el brazo a Canuto: —¡Canuto! Dejemos de pensar en otra cosa

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