La luz de las velas proyectaba un cálido resplandor sobre el rostro de Cherie. Ella se quedó mirando el pastel y dijo: “No tengo ningún deseo que pedir”.
Boyle apoyó el brazo en la silla en la que estaba sentada Cherie. Sus labios estaban a solo unos centímetros de distancia, y su gesto íntimo la hacía parecer como si estuviera acostada en su abrazo.
“¿Cómo es posible que no tengas ningún deseo?”, preguntó él mientras la miraba atentamente.
Cherie giró la cabeza hacia él. “Desearía que te mantuvieras más lejos de mí. ¿Cumplirás mi deseo?”.
Los ojos de Boyle se ensombrecieron por un instante. “Cumpliré cualquier deseo que no sea este”.
Cherie sopló las velas.
Boyle encendió las luces. “Serviré los platos ahora. Cociné tu lasaña de pollo picante favorita”.
Boyle le pasó los cubiertos después de eso.
Cherie miró el pastel de fresas y dijo: “Este pastel es feo”.
Boyle no estaba irritado. En cambio, él sonrió. “Tienes que ser considerada. Esta es mi primera vez horneando un pastel.